Tribuna:

Empresa, Feria y conocimiento

En los tiempos que corren, es más importante saber cómo producir una cosa, o como comercializarla, que hacerlo materialmente. Las economías que lideran el mundo lo tienen muy claro y, por eso, dedican sus máximos esfuerzos a favorecer la mejora del conocimiento, su difusión y su adaptación a las empresas. Los aspectos intangibles de la actividad económica centran hoy día el interés de todos los agentes, públicos y privados, de los países avanzados.La economía valenciana ha tenido un crecimiento sin parangón en la segunda mitad de este siglo, especialmente entre 1960 y 1975. Pero las condicione...

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En los tiempos que corren, es más importante saber cómo producir una cosa, o como comercializarla, que hacerlo materialmente. Las economías que lideran el mundo lo tienen muy claro y, por eso, dedican sus máximos esfuerzos a favorecer la mejora del conocimiento, su difusión y su adaptación a las empresas. Los aspectos intangibles de la actividad económica centran hoy día el interés de todos los agentes, públicos y privados, de los países avanzados.La economía valenciana ha tenido un crecimiento sin parangón en la segunda mitad de este siglo, especialmente entre 1960 y 1975. Pero las condiciones en las que ha tenido lugar este crecimiento han cambiado profundamente en los últimos años. La globalización económica ha significado que la ventaja competitiva tradicional (producir a bajo costo porque el trabajo era relativamente barato y se usaba intensivamente en el proceso productivo) pierde fuerza ante la presencia de países industriales emergentes que pueden usar esta ventaja con mayor intensidad.

Mirar hacia el futuro exige, pues, ir abandonando el modo de hacer tradicional y engancharse al de los países más avanzados que cifran su ventaja competitiva, como acabamos de señalar, en la apropiación de la mayor cantidad de conocimiento. Del conocimiento codificado, de las novedades tecnológicas que se pueden crear propiamente o adquirir en el mercado mundial. Pero esa apropiación -que significa la capacidad de enraizar esos conocimientos en el seno de las empresas- no es tan fácil, como demuestra el que la geografía de las economías avanzadas no sea muy amplia. En realidad, esa capacidad depende, en gran parte, del llamado conocimiento tácito, del clima, la cultura y las actitudes de los agentes económicos del lugar. Un empresariado emprendedor y abierto a las propuestas innovadoras que conlleva la sociedad del conocimiento es la mejor premisa para apuntar en la buena dirección.

En este sentido, nos parece justo entresacar de los discursos hueros de la ceremonia de entrega de los premios Jaume I, las palabras del presidente de la Feria de Valencia, Antonio Baixauli, un empresario de primera generación, que defendió con convicción este desarrollo del conocimiento tácito. Más importante aún porque, en su condición de Presidente de la Feria, estaba apostando implícitamente por superar el carácter medieval de este tipo de certámenes -un simple lugar de encuentro de compradores y vendedores, aunque ahora con aire acondicionado- e implicar a esta importante institución en el desafío de superar su concepción medieval -sólo pensando en sus posibles usuarios directos- y apostar, sin reservas, por los esfuerzos de ampliación del conocimiento -sea básico o aplicado- en nuestro entorno social, académico y empresarial.

Los valencianos contamos con pocas instituciones que puedan concretar el cambio de modos de trabajar y, a la vez, generar unas externalidades significativas. Junto a la Feria, contamos con el Puerto de Valencia, el Impiva, en cierta medida la Bolsa y poco más. Por eso nos alegramos de las palabras del presidente Baixauli, en la medida que muestran un apunte preciso en teoría. No dudamos que la práctica le seguirá de inmediato.

Gary Becker, premio Nobel de Economía, defiende que si los fondos públicos tienen un destinatario indiscutible es la financiación del conocimiento básico. En nuestro caso, el conocimiento tácito, al servicio de nuestras empresas, con nuestra gente, con los que reflexionan e innovan aquí. Nuestras universidades, nuestros centros de investigación y nuestros institutos tecnológicos han de ser destinatarios preferentes de este esfuerzo colectivo que nos prepare para el futuro.

Para ello, hay que acabar con el vuelo gallináceo del empresariado y las instituciones que desconsideran las propuestas de ayuda y sostenimiento de las iniciativas de fomento del conocimiento, particularmente el académico. Aunque flaco favor se hace a la causa cuando se despilfarran recursos, en el santo nombre del conocimiento, en iniciativas que sólo procuran un poco de turismo a destacadas personalidades científicas que nada dejan aquí más allá de una foto con el político de turno. La Comunidad Valenciana tiene un magnífico capital humano que merece el respeto, la consideración y la ayuda de la sociedad justo para poner su conocimiento al servicio de la misma y hacer viable nuestra plena incorporación a la Europa del siglo XXI.

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Vicent Soler es catedrático de Economía Aplicada.

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