Entrevista:

"La credibilidad del euro es absoluta"

Pedro Solbes trasluce optimismo sobre la integración de Grecia en la moneda única y comprensión hacia los problema del Reino Unido; defiende una política presupuestaria austera y ortodoxa, pero plantea salidas a la necesidad de grandes infrastructuras de transportes como los trenes de alta velocidad. El comisario observa una mejoría de la situación del empleo en toda la Unión Europea (UE) -pese al 10% de paro que registra-, de manera que en algunas actividades empieza a plantearse un problema de escasez de mano de obra.Pregunta.Una de sus prioridades es culminar la unión monetaria. Para...

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Pedro Solbes trasluce optimismo sobre la integración de Grecia en la moneda única y comprensión hacia los problema del Reino Unido; defiende una política presupuestaria austera y ortodoxa, pero plantea salidas a la necesidad de grandes infrastructuras de transportes como los trenes de alta velocidad. El comisario observa una mejoría de la situación del empleo en toda la Unión Europea (UE) -pese al 10% de paro que registra-, de manera que en algunas actividades empieza a plantearse un problema de escasez de mano de obra.Pregunta.Una de sus prioridades es culminar la unión monetaria. Para ello se necesita completar el número de socios del euro. Quedan cuatro fuera.

Respuesta.Grecia es el caso técnicamente más simple. Cuando cumpla las condiciones de ingreso podrá entrar. Las autoridades griegas están teniendo excelentes resultados en el control del déficit público y buenos en inflación, pero hay más diferencial en tipos de interés y cierto debate sobre el tipo de cambio. Atenas pide poner en marcha cuanto antes el procedimiento de déficit excesivo, a lo que seguirán el informe del Banco Central Europeo (BCE) y otros. Los demás problemas son distintos. Reino Unido y Dinamarca, que gozan de opting out, tendrían menos dificultades en cuanto al cumplimiento de los criterios de convergencia. El caso danés depende de una decisión política interna; posiblemente tendrá mucha interrelación con la británica. En Suecia el verdadero problema es de opinión pública. También en el pasado una parte importante de ésta mostró reticencias a entrar en la Unión, pero el mundo empresarial generó una nueva dinámica.

P.El problema principal es el Reino Unido.

R.La cuestión es si la estabilidad del tipo de cambio de la libra debe evaluarse ex-ante o ex-post. De acuerdo con el Tratado y las decisiones del Ecofin, formar parte del mecanismo de cambios (del Sistema Monetario Internacional-bis) es una precondición, pero los británicos alegan que la exigencia de fondo es demostrar la estabilidad, y que en la práctica la ampliación de bandas de fluctuación decidida en agosto de 1993 deja superado el requisito de pertenecer al mecanismo de cambios. Pero el gran problema del Reino Unido es la decisión política interna.

P.¿Podría ayudarse a Londres siendo generoso en el criterio del tipo de cambio para estimular su integración?

R. Las condiciones hay que cumplirlas, y los tratados hay que respetarlos. Los británicos deben tener claro que deseamos que la libra forme parte del euro, pero esa decisión les corresponde a ellos. Lo que debemos hacer es, si toman la decisión política, evitar que encuentren obstáculos derivados de no haber estado en el euro desde el principio.

P.¿Reforzaría la entrada de la libra la credibilidad del euro?

R. La credibilidad del euro es absoluta y total. El euro se ha convertido ya en la segunda moneda mundial en emisiones internacionales de obligaciones, prácticamente al mismo nivel que el dólar. La credibilidad está, pues,fuera de duda. No hay que mezclar el concepto de credibilidad con la evolución del valor de la moneda respecto al de otras, sobre todo el dólar. Siempre pensé que se generaron excesivas expectativas a finales de 1998, antes de poner en marcha el euro, tras los análisis sobre su función como divisa internacional a largo plazo, olvidando que a corto plazo la evolución de los tipos de cambio de las monedas tiene mucho que ver con las realidades económicas. Y la realidad económica ha sido que las expectativas de un mejor comportamiento de la economía europea y uno peor de la norteamericana no se han confirmado. Todo eso no es muy relevante. Simplemente deberemos acostumbrarnos a vivir con un euro que sube y baja; eso no significa que sea una moneda más o menos importante, más o menos fuerte. Estoy convencido de que estamos al inicio de un proceso de mayor crecimiento europeo, por lo que puede esperarse una modificación al alza del euro.

P.¿Entrará alguno de esos países, además de Grecia, en la moneda única antes de que circulen las monedas y billetes denominados en euros?

R. No estoy muy seguro. Queda poco tiempo. Me gustaría que estuvieran todos, pero no depende de mí. Cuando el euro tome forma física, introducirá nuevos debates. Visualizará la diferencia entre los países de la UE pertenecientes a la moneda única y los que no lo son.

P.¿Podrá exportarse el euro no sólo como unidad de cuenta de reserva, sino como moneda ancla, en países como los balcánicos?

R. No sólo es posible, es que lo veremos. Ya en Kosovo la moneda que se ha puesto en marcha es el marco. Cuando el euro esté implantado, será una moneda enormemente líquida, y tendrá un gran atractivo, entre otros para los países de la Europa oriental.

P. Una política monetaria común genera ya algunas disfunciones entre sus integrantes.

R. El ciclo no tiene el mismo comportamiento en todos los países europeos. Una política más expansiva ha podido afectar más a países como España o Irlanda, pero lo lógico es que la política monetaria se centre más en la zona Alemania-Benelux-Francia y el resto tenga que irse ajustando. Además, la evolución de los precios del petróleo no tiene el mismo impacto en cada país, porque la estructura de su consumo y coste energético es diferente. Por eso algunos se ven más afectados. Por todo ello, es imprescindible avanzar en una política económica más coordinada. Estamos trabajando en eso.

P.¿Qué medidas de coordinación se podrían haber adoptado?

R. Si la política monetaria es única, los márgenes los ofrecen la política fiscal a corto y, a más largo plazo, las estructurales. En la medida en que estamos en un déficit cercano al 3% del producto interior bruto (PIB), es verdad que el margen de maniobra que ofrece la política fiscal es relativo. Pero el actual aumento de ingresos plantea varias alternativas. La Comisión prefiere aprovechar el excedente para que los países, sobre todo los que exhiben más déficit, lo reduzcan más aceleradamente. El camino contrario, gastar más, puede incrementar las tensiones inflacionistas, y es más inconveniente si el mayor gasto se produce en gasto corriente que en gasto de inversión.

P. Al final se impone el eclecticismo: cada uno aplica a su gusto los excedentes de la bonanza.

R. No es exactamente así. Hay que avanzar en un marco general presupuestario, aunque con márgenes de actuación nacionales, pero evitando rebajas fiscales que conlleven efectos distorsionadores en la competitividad. Las grandes orientaciones de política económica (GOPES) tendrán cada vez mayor importancia: en competencia, liberalización de mercados, sistemas de Seguridad Social, financiación de esos modelos, mejora de infraestructuras.

P. Usted defendió en el Parlamento Europeo la "armonización" de la fiscalidad, aunque no su "uniformización". Pero incluso el paquete Monti de armonización está costando sangre.

R. El enfoque de Monti es muy inteligente, aunque no novedoso. Ya cuando empezó en 1957 la unión aduanera, los fundadores definieron unos niveles de referencia en fiscalidad, a partir de los cuales, por lo menos, no abrirían divergencias, y cualquier modificación debería orientarse a la aproximación. El segundo paso es aproximarse realmente, y eso requiere tiempo, porque es difícil, porque son asuntos de gran tradición nacional, pero es así como se construye Europa.

P. Pero, si ahora no se acelera este asunto, puede ponerse en peligro la credibilidad del euro en los mercados.

R. No necesariamente. La política monetaria unificada nos exige compromisos serios en términos objetivos globales de política fiscal. Eso se va a respetar, vía Pacto de Estabilidad. Otra cosa es cómo esos objetivos pueden influir en el crecimiento y en la mejora o empeoramiento de la competitividad relativa de unos u otros países. La moneda única pone más de relieve la necesidad de avanzar en estos problemas, pero no corre peligro a causa de ellos.

P.¿Tiene algo nuevo que proponer sobre el empleo?

R. El empleo sigue siendo, si no nuestra asignatura pendiente, sí nuestra primera prioridad.

P. Estamos un poco hartos de escribir eso, de que no se traduzca apenas en nada más que en engañar a lectores y ciudadanos. ¿No sería mejor decir que el empleo no interesa, y punto?

R. No es cierto. Nos interesa. Pero es algo bastante complejo. Primero, hemos adoptado una estrategia de lucha contra el paro en la que hay una multiplicidad de actuaciones y procesos. Unos sirven y otras no, por lo que habría que clarificar los esfuerzos que son interesantes. Segundo, plantear el tema dentro del esquema global de política económica, lo que no impide que haya políticas activas de empleo. Tercero, actuar con pragmatismo y eficacia, evitando la dispersión, que por un lado vayan las GOPES y por otro las decisiones sobre empleo. Al final, las ideas básicas son cuatro. Para mejorar el empleo hay que crecer; y hay que mejorar la relación entre crecimiento-empleo: ahí es donde hay muchas cosas que hacer, de la rebaja de la fiscalidad a la formación. Eso hay que completarlo con políticas activas, y con políticas pasivas para atender situaciones de dificultad. El esquema funciona sólo en parte. Pero el empleo está mejorando en Europa, de manera que en algunos casos empieza a plantearse la necesidad de mano de obra.

P. Contra desempleo, inversión. Pero la inversión pública ha caído enormemente.

R. Sí, hay una caída importante, de entre un punto y medio y dos puntos sobre el PIB. Pero hay que situar esa cifra en su lugar, porque las inversiones de la aviación civil, las telecomunicaciones o ciertas infrastructuras de peaje se imputaban al sector público y ahora no es así, pues el Estado ha tenido un menor papel en ellas. Dicho eso, hay que recuperar cierta inversión pública.

P. Ahí están, pendientes desde el Libro Blanco de Jacques Delors de 1993, las grandes redes transeuropeas, los llamados tens. Pero también es molesto seguir escribiendo de ellas, porque se acaba engañando al público.

R. La iniciativa de Delors siempre fue recibida con reticencia por los Estados miembros. ¿Por qué? Porque la inversión adicional no podía computarse fuera de los déficit nacionales, de manera que la inversión en tens aumentaba el déficit. Para obviarlo, se optó por que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) desempeñara un gran papel, ofreciendo financiación mediante créditos a tipos de mercado, de los que se harían cargo empresas privadas. Pero el problema es que en grandes infrastructuras no es evidente que a coste de mercado se pueda resarcir la inversión en periodos razonables para las empresas privadas. Luego se planteó una solución mixta: combinar la inversión privada con un porcentaje de subvención pública. Pero entonces, ¿cómo se computa a efectos de déficit?

P. ¿Qué modelo estamos construyendo que nos impide construir unos cuantos trenes de alta velocidad al ritmo conveniente?

R. El modelo está claro. Usted puede hacer aquello para lo que tiene dinero. Si quiere hacer trenes de alta velocidad, hágalos de dos maneras. Si son tan rentables que les puede imputar el coste de construcción, no se preocupe, que alguna empresa privada se hará cargo del proyecto. Si quiere hacer trenes no rentables en términos de economía privada, aunque puedan ser deseables como apuesta a largo plazo o por razones medioambientales o de descongestión urbana, o por mejorar el transporte público, tendrá que poner dinero. Si lo pone porque es una prioridad, como dispone de una cantidad limitada, deberá reducir otros gastos en la misma medida, porque no se debe cargar más de lo debido -en forma de deuda que supere el 60% del PIB- a las generaciones futuras.

P. ¿Por qué los Estados miembros pueden endeudarse al 60% y la Unión no puede hacerlo ni al 1%? R.Porque a nivel comunitario no hay más recursos que los que aportan los Estados; luego endeudarse a nivel comunitario es hacerse trampas en la baraja, añadir un porcentaje (el que corresponda a cada Estado) a su nivel de deuda ya existente.

P. Hay unos recursos propios tradicionales.

R. Están todos comprometidos.

P. Pero pueden generar capacidad de apalancamiento.

R. Al final, lo único posible es optar por unos gastos o por otros. Lo que nadie puede hacer es gastar más de lo que tiene o más de lo que se ha comprometido a gastar.

P. Viene usted de las reuniones del Grupo de los Siete (G-7) y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero la representación de la zona euro, y concretamente de la Comisión en esos foros, es parcial e insatisfactoria.

R. Yo he asistido a la discusión específica dedicada a Rusia. El modelo que pactaron los ministros con sus colegas del G-7 es que estarían presentes el presidente del BCE cuando se abordasen ciertos temas , el presidente del Consejo en otras discusiones y la Comisión en otras. Nosotros consideramos que hay otros elementos que son de competencia comunitaria en los que también deberíamos estar, sobre todo en cuanto a la evolución de la economía mundial. El modelo acordado en la cumbre de Colonia produjo cierto disgusto a la Comisión.

P. Su antecesor se negó a enviar representación a alguna reunión.

R. Ésta es una decisión del Consejo Europeo. Mi posición es que la Comisión debe estar presente en los foros a los que se le invita, hacerlo lo mejor posible e intentar mejorar su posición. Si somos capaces de realizar aportaciones, y creo que somos capaces, mejoraremos nuestra posición. El hecho de que no vayamos a cosas que nos interesan no quiere decir que no nos interesan aquellas a las que vamos.

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