Barcelona bailó con Fangoria

Segunda noche de BAM y primera de reventón. El público tomó la calle y decidió en masa que Fangoria merecía la pena. Un número incalculable de personas acudieron al Moll de la Fusta, convertido en un zoco humano a partir de la una de la madrugada. En primera fila convivían un cincuentón con aire tan despistado como festivo y una chavalilla de apenas 14 años que conoció a Alaska en la Bola de cristal y tarareaba posesa las letras de Fangoria. Un retrato de la ciudad en fiestas, una ciudad desparramada por el centro, una ciudad divirtiéndose. Los que acudieron al Moll de la Fusta lo hicieron a l...

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Segunda noche de BAM y primera de reventón. El público tomó la calle y decidió en masa que Fangoria merecía la pena. Un número incalculable de personas acudieron al Moll de la Fusta, convertido en un zoco humano a partir de la una de la madrugada. En primera fila convivían un cincuentón con aire tan despistado como festivo y una chavalilla de apenas 14 años que conoció a Alaska en la Bola de cristal y tarareaba posesa las letras de Fangoria. Un retrato de la ciudad en fiestas, una ciudad desparramada por el centro, una ciudad divirtiéndose. Los que acudieron al Moll de la Fusta lo hicieron a lo grande, pues allí les recibió una discoteca al aire libre. Eran más de las cuatro de la madrugada y aún bailaban con Ángel Molina y Óscar Mulero, ambos manejando cuatro platos al unísono. Crepitaba el techno y el house. Fiel a sus costumbres, el BAM resguardó la plaza del Rei de las estridencias y allí abrió noche un maravilloso Bustamante, cronista levantino de esperanzas y reveses que él hace canción. Su último disco se llama Entusiastas, y el mismo título ya descubre el tono vital de un notable compositor que como intérprete hace virtud de la limitación. No, Bustamante no canta bien, y tampoco toca bien el teclado ni la guitarra, pero todo lo hace con ese entusiasmo, complicidad y franqueza que le permiten abrir la puerta más estanca. Tras él llegaron de Irlanda los Cane 141, unos mozalbetes marcados por su clima. Sí, porque su música evoca esos paisajes emocionales entrevistos a través de un cristal húmedo que arrincona los sentimientos soleados. Estuvieron perfectos en su papel, no otro que poner banda sonora al abandono. The Walkabouts también podrían servir en tal empeño, pero su música tiene más planos. Hacen algo así como un rock de cámara que no se sabe si bebe más del folk o del country menos cateto. En esa tierra de nadie que parece pertenecerles se movieron en la plaza del Rey, donde comenzaron arrebujando al público que la llenaba para luego sacudirlo con un matizado arranque de intensidad. Luego fue cuestión de hacer una descompresión, viajar de lo de dentro a lo de fuera, y a tal efecto nada mejor que Fangoria. La verdadera reina del techno nacional se marcó en el Moll de la Fusta una de esas actuaciones que justifican su reinado. Rotunda, dominadora y mundana, Alaska rindió a la multitud que tenía bajo sus pies, una multitud macerada por los ritmos que Nacho Canut escupía desde sus máquinas en la parte trasera del escenario. Que Olvido y Nacho están en su mejor momento es algo tangible, y si alguna duda quedaba, se evaporó viéndoles en el BAM. Y tras ellos el frenesí... hasta que casi fue de día.

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