Reportaje:

Señales de humo

Sobre el escenario de Son Latino, el primero salsódromo de la capital gaditana, el grupo cubano Camino Real ejecuta el clásico Son de la loma. El público se agita al ritmo de la clave y, entre una canción y otra, acude a la barra para refrescarse con mojitos y daiquiris. En un improvisado taller, al fondo, Arnaldo contempla este vaivén sin abandonar, siquiera por un momento, su faena. Lo suyo es elaborar puros, o dicho con propiedad, torcer tabacos, una disciplina que en su Cuba natal goza de todos los honores de la tradición. Arnaldo Alfonso nació en La Habana en 1936, bajo la dictadura de M...

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Sobre el escenario de Son Latino, el primero salsódromo de la capital gaditana, el grupo cubano Camino Real ejecuta el clásico Son de la loma. El público se agita al ritmo de la clave y, entre una canción y otra, acude a la barra para refrescarse con mojitos y daiquiris. En un improvisado taller, al fondo, Arnaldo contempla este vaivén sin abandonar, siquiera por un momento, su faena. Lo suyo es elaborar puros, o dicho con propiedad, torcer tabacos, una disciplina que en su Cuba natal goza de todos los honores de la tradición. Arnaldo Alfonso nació en La Habana en 1936, bajo la dictadura de Machado, en una familia ajena a esta industria. "Fue por una coincidencia, por un tío político mío, que empecé a trabajar en esto a los 16 años", recuerda. Su primer empleo lo desempeñó en el sello H. Upmann, fabricante de cigarrillos negros y de los célebres Condes de Montecristo. Antes de venir a España, su puesto estaba en el palco del Palacio de Convenciones, conocido como La Casa del Habano, la fragua de los sabores que han dado a Cuba el máximo prestigio en este campo. Arnaldo es testigo de excepción de los avatares que han rodeado al mundo del puro cubano en el último medio siglo, de una adaptación a los avances tecnológicos que no ha conseguido arrebatar a este oficio su encanto artesanal. Conoció la figura de los lectores de prensa y novelas que amenizaban la monótona, maquinal tarea de hacer habanos, hoy prácticamente desplazados en todos los talleres por los aparatos de radio. "El trabajador del tabaco", afirma, "siempre ha sido considerado como alguien que disfruta de una cultura amplia y está bien informado. El sector tabaquero fue uno de los pilares de la lucha obrera", evoca. Desde hace tres meses, Arnaldo viaja por Andalucía junto a la banda Camino Real y un experto en cócteles para dar a conocer tres de los grandes placeres de la cultura cubana: la música, la bebida y el tabaco. Invitados por el alcalde de Benalup-Casas Viejas, el socialista Francisco González Cabañas, esta delegación del Instituto de Turismo de La Habana lleva recorridos ya muchos kilómetros, desde Linares hasta Puerto Real, de Sevilla a Marbella. "Los españoles, por tradición, son unos de los primeros consumidores del tabaco nuestro. Les gustan nuestros puros y conocen del amor y el cariño con el que los elaboran nuestros trabajadores", asegura Arnaldo. El veterano tabaquero vende su mercancía recién hecha durante los conciertos a un precio muy por debajo del habitual. "Estos puros no tienen atributos como anillos o habilitaciones", o lo que es lo mismo, impuestos. Por una simbólica cantidad que oscila entre las 200 y las 700 pesetas, se puede probar un espléndido, un siglo V, un exquisito o un churchill, ya que Arnaldo garantiza que "cualquiera que sea la vitola que pida el cliente, será complacido". Sin embargo, este artesano que maneja primorosamente las cuchillas sobre las hojas de la Vega de Pinar del Río advierte de la importancia de fumar bien para sacar el mayor provecho del puro: "No se trata, como hacen algunos, de halar y halar. El tabaco debe fumarse con placer, despacio, disfrutando del aroma y del sabor". "El que más se aprovecha", recomienda Arnaldo, "es el tabaco mediano, un Montecristo 1 ó 3". En cualquier caso, el secreto del puro reside en su buena conservación "y en la mezcla de las hojas, ya que cada marca tiene su receta establecida".

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