LO QUE HAY QUE VER

Desde el sillón de barbero con el que trabajó Paulino Roa durante años (entre sus múltiples oficios, también cortó el pelo en Pipaón), hasta los vestidos tradicionales o la colección de carracas que se empleaban -y todavía se utilizan- el Viernes Santo para anunciar la misa ya que en ese día no se tocan las campanas, todo los expuesto en el museo de esta villa alavesa tiene una profunda carga nostálgica. Hay objetos y recuerdos propios de Pipaón y sus tradiciones, pero también hay herramientas y aperos -el arado romano, sin ir más lejos- que muestran una forma de vida común a todo el territori...

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Desde el sillón de barbero con el que trabajó Paulino Roa durante años (entre sus múltiples oficios, también cortó el pelo en Pipaón), hasta los vestidos tradicionales o la colección de carracas que se empleaban -y todavía se utilizan- el Viernes Santo para anunciar la misa ya que en ese día no se tocan las campanas, todo los expuesto en el museo de esta villa alavesa tiene una profunda carga nostálgica. Hay objetos y recuerdos propios de Pipaón y sus tradiciones, pero también hay herramientas y aperos -el arado romano, sin ir más lejos- que muestran una forma de vida común a todo el territorio europeo. Pero quizá una de las aportaciones que mejor define el contenido secular del museo sea una pared del desván, conservada a propósito por los diseñadores del espacio expositivo, realizada con una técnica que tiene más de 3.000 años: varas de avellano trenzadas, revocadas con barro y cal y que conformaban desde siempre la estructura interior de los hogares.

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