Tribuna:

Locos

Iba en el avión tratando de no pensar en el tabaco, cuando el señor de al lado comenzó a dilatar el abdomen de un modo repugnante al tiempo que expulsaba por la boca un hilillo de aire amenizado con saliva. Era evidente que se trataba de un loco, de modo que hice señas a la azafata, por si se tratara de un loco agresivo, y cuando se acercó le dije al oído lo que sucedía.-Este hombre no hace más que dilatar el abdomen y a mí me da mucho asco.

-No se preocupe -respondió muy seria-, se trata de un fumador con síndrome de abstinencia. Iberia ha recomendado a los fumadores que dilaten el abd...

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Iba en el avión tratando de no pensar en el tabaco, cuando el señor de al lado comenzó a dilatar el abdomen de un modo repugnante al tiempo que expulsaba por la boca un hilillo de aire amenizado con saliva. Era evidente que se trataba de un loco, de modo que hice señas a la azafata, por si se tratara de un loco agresivo, y cuando se acercó le dije al oído lo que sucedía.-Este hombre no hace más que dilatar el abdomen y a mí me da mucho asco.

-No se preocupe -respondió muy seria-, se trata de un fumador con síndrome de abstinencia. Iberia ha recomendado a los fumadores que dilaten el abdomen y expulsen el aire poco a poco. Es lo último en métodos para combatir la adicción al alquitrán.

Pensé, como es lógico, que la azafata estaba loca también y decidí darle la razón mientras encontraba la oportunidad de advertir al comandante. En esto, mi vecino comenzó a observar el minutero del reloj con una atención desmesurada mientras mantenía el abdomen más dilatado que una garrapata. El aire empezaba a salírsele por las costuras. Y por las orejas. Parecía un neumático en plena agonía. Comencé a inquietarme seriamente y a la primera oportunidad abandoné el asiento e hice como que iba a los lavabos de la parte delantera. Vi a otros tres o cuatro locos dilatando el abdomen mientras contenían la respiración y se fijaban como obsesos en la esfera del reloj. Quizá viajaba con nosotros un manicomio entero, pensé aterrorizado, así que en un descuido de la azafata me colé en la cabina de mando y encontré al comandante fumando como un carretero. Le dije que el avión iba lleno de locos con el abdomen dilatado y me dijo que no, que eran fumadores a quienes la compañía había recomendado hacer ese asqueroso ejercicio para aliviar el mono.

-Pues casi sería preferible que fumaran -dije yo-. No estoy dispuesto a ir hasta Buenos Aires al lado de un individuo con el abdomen dilatado. Por cierto, ¿me da usted una calada?

-De eso nada: dilate el abdomen como todo el mundo.

Ya en Buenos Aires, y después de haber estado tantas horas sin fumar, decidí que era la oportunidad de dejarlo. Y lo dejé, pero ahora no puedo dejar de dilatar el abdomen, lo que resulta socialmente peor visto que fumar.

Qué vida.

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