Cartas al director

Incendios forestales

El pasado viernes, a las 16.30, el ruido de helicópteros me hizo abrir la ventana y descubrir que el monte Abantos estaba ardiendo. Varios aparatos intentaban apagar las llamas descendiendo peligrosamente y atravesando cortinas de humo sin visibilidad. A pesar de sus esfuerzos, el fuego se extendía a toda velocidad.Cuando ocurre alguna desgracia, en vez de procurar que no se repita, buscamos culpables: especulación, presión inmobiliaria, reforestación inadecuada, administraciones ineptas, falta de coordinación... Puestos a repasar causas y efectos, ¿qué tal si miramos con más detalle? Veamos: ...

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El pasado viernes, a las 16.30, el ruido de helicópteros me hizo abrir la ventana y descubrir que el monte Abantos estaba ardiendo. Varios aparatos intentaban apagar las llamas descendiendo peligrosamente y atravesando cortinas de humo sin visibilidad. A pesar de sus esfuerzos, el fuego se extendía a toda velocidad.Cuando ocurre alguna desgracia, en vez de procurar que no se repita, buscamos culpables: especulación, presión inmobiliaria, reforestación inadecuada, administraciones ineptas, falta de coordinación... Puestos a repasar causas y efectos, ¿qué tal si miramos con más detalle? Veamos: excursionistas irresponsables, que dejan restos no degradables en el campo; ecologistas de salón que confunden mantenimiento con sacralización del bosque; jardines más propios de Irlanda que de la meseta castellana; urbanizaciones que son pura especulación; egoísmo y necedad, en fin. Los acuíferos están secos, los bosques llenos de maleza, hay basuras por todas partes, y la solidaridad ciudadana es un concepto del que nos gusta hablar, pero no practicar. Hace años se criaban cabras en los montes, entraban piconeros en busca de leña, y se recogían piñas, bellotas o matorrales para diversos usos, limpiandolo así de forma natural. Había patios, pero escasos jardines y éstos no tenían césped, sin que fueran menos agradables: véase el Jardín de los Frailes, en el monasterio de El Escorial.

El incendio de Abantos pudo haber sido peor. La urbanización FelipeII tiene calles muy estrechas, pero muchos vecinos aparcan su coches obtruyéndolas; una de ellas está cortada desde hace casi un año para construir más chalés, convirtiendo un acceso en un callejón sin salida, ¿qué habría ocurrido si hubiera tenido que entrar una ambulancia o un camión cisterna? Cuando el incendio se acercaba, todo el mundo pensó en regar sus jardines, aun a riesgo de quitar presión a las bocas que utilizaban los bomberos. Si la evacuación se hizo rápida y ordenadamente fue casualidad.

Todos somos culpables de los incendios forestales. Es evidente que las administraciones públicas tienen muchas y graves responsabilidades, pero es injusto y desagradecido condenar la actuación de bomberos, Guardia Civil y demás efectivos, y es mentira que no apareciesen hasta las 18.30. Ellos se jugaron la piel para salvar nuestros bosques y nuestras casas. ¿Qué estamos haciendo nosotros mientras tanto?

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