Reportaje:

Celedón rompió el paraguas

Miles de personas se congregaron en la tarde de ayer en la plaza de la Virgen Blanca y sus alrededores para asistir al inicio de las fiestas de La Blanca y disfrutar de la bajada del Celedón, símbolo imprescindible de las fiestas de Vitoria desde que se instauró en 1957. Aunque la indumentaria y los accesorios de los asistentes hayan cambiado, la caída del muñeco colgado de un cable desde la torre de San Miguel y la posterior subida en carne y huesos del símbolo hasta la balconada de la plaza volvieron a convocar a una multitud de vitorianos y alaveses en el centro de la ciudad. Este año, la ...

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Miles de personas se congregaron en la tarde de ayer en la plaza de la Virgen Blanca y sus alrededores para asistir al inicio de las fiestas de La Blanca y disfrutar de la bajada del Celedón, símbolo imprescindible de las fiestas de Vitoria desde que se instauró en 1957. Aunque la indumentaria y los accesorios de los asistentes hayan cambiado, la caída del muñeco colgado de un cable desde la torre de San Miguel y la posterior subida en carne y huesos del símbolo hasta la balconada de la plaza volvieron a convocar a una multitud de vitorianos y alaveses en el centro de la ciudad. Este año, la novedad la traía el nuevo alcalde, Alfonso Alonso, después de que durante veinte años fuera José Ángel Cuerda quien encendiera el cohete anunciador de seis días de jolgorio ininterrumpidos. El principiante Alonso mostró cierta vacilación a la hora de prender la mecha; sin embargo, cuando quiso salir a saludar a los concentrados, la agresividad de un grupo que lanzaban corchos le impidieron gritar los tradicionales "viva Vitoria, gora Gasteiz", al mismo tiempo que los escoltas del lehendakari retiraban a Juan José Ibarretxe hacia atrás. Eso sí, tanto Alfonso Alonso como Ibarretxe pidieron, al igual que el resto de las autoridades que les arroparon en el acto, que las fiestas se disfruten en paz. Y en paz transcurrió la tarde, a pesar de que la apariencia de los que acudían hasta el lugar de la cita fuera toda la contraria: hordas de jóvenes ataviados con pantalón corto y camiseta, y portando botellas de cava y otros espumosos a modo de cachiporras. Hubo quien se quejaba de que había pocos puros y escaseaban las tradicionales indumentarias de aldeano y neska, pero hay que ser práctico: el increíble bochorno que se vivía ayer en Vitoria no era para andar con fajas y enaguas. Aunque costumbres relativamente modernas, el chupinazo y la Bajada del Celedón se han convertido en el punto principal de las fiestas de La Blanca. El primero data de 1947, cuando se sustituyó el repique de campanas por el estallido de un sonoro cohete, mientras que la bajada del Celedón llegó diez años más tarde de la mano de una cuadrilla de entonces jóvenes vitorianos que decidieron lanzar a un muñeco vestido de aldeano y de nombre Pepito por un cable desde la torre de San Miguel hasta el Ayuntamiento. Pero Celedón existió de verdad. Unos le hacen nacer, siempre en el siglo pasado, en Zalduendo, otros en Andagoya, en Laguardia, pero todas las crónicas coinciden en que vivió en la calle Zapatería. Se llamaba Celedonio Alzola y era un hombre abierto, simpático y juerguista, que se hizo tan popular que medio siglo después la juventud de Vitoria todavía hablaba de él, hasta el punto de hacerle protagonista de las fiestas. Aquel muñeco llamado Pepito no llegó a terminar el descenso por el cable y cayó al suelo, aunque la diligencia del primer Celedón en carne y hueso, José Luis Isasi, hizo que el percance se quedara en una simple anécdota. Ayer, como en años anteriores, los únicos contratiempos los sufrió Iñaki Landa en su subida desde la calle Postas, a través de la plaza, hasta la balconada. Al igual que en otros 4 de agosto desde hace ya 20 años, Landa inició su trayecto arropado por una multitud que en muchos casos acusaba la ingesta del cava que había sobrado del descorche. 50.000 botellas Pero Iñaki Landa es un profesional y así lo demostró ayer: le quitaban la txapela y le tiraban del paraguas, los más gamberros; le abrazaban y felicitaban, la mayoría, y así poco a poco fue llegando hasta su destino, donde canta la popular estrofa que en su día compuso el clarinetista guipuzcoano Mariano San Miguel Urcelay: " Celedón ha hecho una casa nueva; Celedón, con ventana y balcón". Ayer, sin embargo, hubo cambios. Con la voz ronca y sofocado de tanto meneo, Iñaki Landa improvisó y voceó más que cantó "Celedón ha roto el paraguas; Celedón, con ventana y balcón". Fue la única sorpresa en un guión más que conocido por vitorianos y alaveses, pero que no dejan de protagonizar cada 4 de agosto, inicio de las fiestas de La Blanca. Y después del jolgorio, llegó la hora de la recogida de los restos: hasta 50.000 botellas de cava vacías, innumerables colillas de puros y unos jardines de la plaza de la Virgen Blanca que esperan que pase esta prórroga de seis días para volver a vestirse de begonias, petunias y salvias, hasta que el próximo año Celedón vuelva a bajar desde el campanario de la torre de San Miguel.

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