Un proyecto accidentado

La apertura del Kursaal supone el aprovechamiento de un solar que San Sebastián se ha permitido tener abandonado durante más de dos décadas. Los proyectos planteados antes de los años ochenta no se materializaron por uno u otro motivo, hasta que Moneo salió triunfal de un concurso, una vez que el terreno pasó a ser de propiedad municipal. En 1995, las rocas varadas del arquitecto obtuvieron el visto bueno de las instituciones. En un apoyo económico inicial compartido el Ayuntamiento se comprometió a aportar 2.600 millones de pesetas; la Diputación de Guipúzcoa, 2.100; el Gobierno vasco, 1.500...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La apertura del Kursaal supone el aprovechamiento de un solar que San Sebastián se ha permitido tener abandonado durante más de dos décadas. Los proyectos planteados antes de los años ochenta no se materializaron por uno u otro motivo, hasta que Moneo salió triunfal de un concurso, una vez que el terreno pasó a ser de propiedad municipal. En 1995, las rocas varadas del arquitecto obtuvieron el visto bueno de las instituciones. En un apoyo económico inicial compartido el Ayuntamiento se comprometió a aportar 2.600 millones de pesetas; la Diputación de Guipúzcoa, 2.100; el Gobierno vasco, 1.500, y el Ejecutivo central, 1.000. El proyecto comenzó entonces su particular carrera de obstáculos y saltó su primera valla cuando el Ejecutivo vasco anunció en noviembre su salida de la Sociedad Kursaal aunque ratificó su participación económica. Pero la construcción del Palacio de Congresos y Auditorio avanzaba, eso sí, más lento de lo previsto. El proyecto atravesó uno de sus peores momentos el 19 de abril de 1998. Ese domingo por la noche se derrumbaba la escalera del auditorio. No hubo que lamentar ningún daño personal, pero Moneo sufrió un incalculable varapalo moral, entre acusaciones de culpabilidad de todos los implicados. El accidente ralentizó el normal transcurrir de los trabajos y enturbió las relaciones de las empresas constructoras con la Sociedad Kursaal, encargadas de ejecutar una obra adjudicada a la baja, que fue finalmente recompensada con 700 millones de pesetas. Éstos no han sido los únicos episodios accidentados del proyecto. La tensión se ha centrado más en la gestión de la sala de exposiciones que ha mantenido enfrentados al Ayuntamiento de San Sebastián y la Kutxa. En los capítulos más recientes, Kutxa pactó la compra de la sala por 630 millones de pesetas, siempre y cuando el consistorio asumiera los costes de mantenimiento del Parque Tecnológico de Miramón. Elorza matizó el compromiso y hoy su gestión es todavía una incógnita.

Más información
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En