Culto al arroz

Los Sants de la Pedra, Abdón y Senén, tradicionales protectores de la cosecha del arroz frente a las inclemencias meteorológicas, compartirán desde hoy su ermita, restaurada en la cumbre de una colina de Cullera, con un museo monográfico de utensilios, vestidos y maquinaria que recoge la historia y el cultivo de este cereal típico de L"Albufera. La ermita construida en el siglo XVII para albergar a los benefactores del arroz es un magnífico mirador desde donde divisar los vastos arrozales de La Ribera Baixa, así como los meandros del río Júcar poco antes de encarar su desembocadura en el Medi...

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Los Sants de la Pedra, Abdón y Senén, tradicionales protectores de la cosecha del arroz frente a las inclemencias meteorológicas, compartirán desde hoy su ermita, restaurada en la cumbre de una colina de Cullera, con un museo monográfico de utensilios, vestidos y maquinaria que recoge la historia y el cultivo de este cereal típico de L"Albufera. La ermita construida en el siglo XVII para albergar a los benefactores del arroz es un magnífico mirador desde donde divisar los vastos arrozales de La Ribera Baixa, así como los meandros del río Júcar poco antes de encarar su desembocadura en el Mediterráneo. Precisamente el riego de la zona con las aguas del Júcar a través de numerosas acequias es un privilegio que adquirieron los vecinos de Cullera durante el reinado de Jaime I, según el secretario del Sindicato de Riego, Enrique Garcés. El cultivo de esta gramínea arrancó en China hace 5.000 años, época en la que la siembra del arroz era una importante ceremonia religiosa, cuyo privilegio estaba reservado al emperador. Los árabes lo introdujeron en el Mediterráneo y de su experiencia se valieron los repobladores que se asentaron en el entorno de L"Albufera. Del sembrado a mano y de la siega con las curvadas hoces, tarea que empleaba hasta hace un cuarto de siglo a centenares de trabajadores, se ha pasado a la moderna y sofisticada maquinaria que con escasa mano de obra realiza el proceso del cultivo y la recolección. Esta misma semana una complicada pero efectiva red de acequias distribuye las aguas del Xúquer por las 27.000 hanegadas que en el término de Cullera están destinadas a acoger las semillas que de forma mecanizada se reparten en los marjales. Las aguas recuperan su antiguo dominio para situarse justo a la falda de la pequeña colina en cuya cima se erige la ermita. Esta zona sur del Parque Natural de L"Albufera alberga un interesante ecosistema con un frente dunar situado junto a las playas del Mareny de Sant Llorenç y las típicas especies animales y vegetales características del lugar. De ahí que el Ayuntamiento de Cullera complemente la instalación del museo con la ubicación de puntos de observación, así como de aulas para el estudio del medio ambiente. Para el responsable municipal de Cultura, Ximo Bosch, el Museo del Arroz supondrá "un nuevo atractivo turístico" para los numerosos visitantes de la capital turística de La Ribera. De paso, los visitantes "podrán instruirse" a través de datos, objetos y utensilios recopilados en la ermita para un mayor conocimiento del arroz, añade Enrique Garcés. Los aficionados a los arroces deberán subir al altillo del cenobio para documentarse sobre las numerosas referencias históricas y literarias de platos como la paella y el arròs a banda, entre otros, y pueden hallar una completa sección dedicada a la gastronomía. El arroz, pese a haber perdido en los últimos años miles de hanegadas en favor de los cítricos y de las hortalizas, continúa siendo junto al turismo un complemento importante en la economía de Cullera que fiel a sus orígenes y con los Santos de la Pedra como testigos compatibilizan su culto con el destinado al tradicional cereal.

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