La dirección provincial asegura que es "beligerante" con los maestros que hacen "proselitismo religioso"

José Antonio Palacios, director provincial de Educación, insistió ayer en que su defensa de los crucifijos en las aulas no es incompatible con la reivindicación de una enseñanza plenamente laica en los centros públicos. El todavía responsable de la educación no universitaria madrileña -en tanto no se materialice el traspaso de competencias a la Administración regional- aseguró que su equipo estaba siendo "muy beligerante" con los profesores que pretendían inculcar preceptos espirituales lejos de la clase de religión. "En algún colegio nos hemos encontrado con maestros que aprovechan cualquier ...

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José Antonio Palacios, director provincial de Educación, insistió ayer en que su defensa de los crucifijos en las aulas no es incompatible con la reivindicación de una enseñanza plenamente laica en los centros públicos. El todavía responsable de la educación no universitaria madrileña -en tanto no se materialice el traspaso de competencias a la Administración regional- aseguró que su equipo estaba siendo "muy beligerante" con los profesores que pretendían inculcar preceptos espirituales lejos de la clase de religión. "En algún colegio nos hemos encontrado con maestros que aprovechan cualquier momento para hacer proselitismo religioso, y por ahí sí que no pasamos", aseguró, sin precisar más.Sin embargo, otras fuentes de la dirección provincial pusieron el ejemplo reciente de un colegio de la periferia en el que una profesora "de talante poco menos que mesiánico" despertó las quejas de numerosos padres por hablarles a sus jóvenes pupilos "de lo divino y de lo humano". A la mujer se le abrió un expediente, pero, ante la falta de pruebas, no se la pudo apartar del puesto. En consecuencia, los responsables educativos optaron por su particular cuadratura del círculo: dejar a la profesora con los niños cuyos padres no habían planteado quejas y contratar a una nueva profesional para el resto de la clase.

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Los despachos de los inspectores educativos están llenos de otros casos de parecida naturaleza. Entre los casi 40.000 docentes públicos que trabajan en la Comunidad de Madrid no faltan quienes hablan a los chiquillos del cielo, el infierno, los pecados y la Virgen María; los que gustan de enseñar canciones de corte rancio (A mí me gusta el pipiriripipí, Todos me llaman el negro) o aquellos que aprovechan para difundir sus muy peculiares interpretaciones de la guerra civil, según los sindicatos.

Muchos de estos episodios se tratan luego en los consejos escolares, algunos terminan en manos de los inspectores y casi todos se esfuman por falta de pruebas. El caso de los crucifijos en el colegio San Benito reabre un debate que muchos tenían por superado. "Pensaba que todas las cruces habían desaparecido cuando se descolgaron los retratos del Generalísimo", relataba ayer Jaime Cedrún, dirigente de Comisiones Obreras.

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