Editorial:

La puerta de la OTAN

LA PUERTA DE LA OTAN se ha entreabierto, y por ella entraron ayer tres antiguos miembros del Pacto de Varsovia: Polonia, Hungría y la República Checa. Se marca así una reconciliación entre las dos Europas que quedaron separadas por la devastadora lógica de Yalta. Sin embargo, una gran cuestión para recomponer Europa es saber si esa puerta volverá a abrirse: ¿Qué ocurrirá con los demás que esperan ingresar? A pesar de la política oficial de "puertas abiertas", ni EE UU ni Francia ni el Reino Unido, entre otros, tienen interés alguno en que la OTAN acoja a más miembros. Se está generando una Eur...

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LA PUERTA DE LA OTAN se ha entreabierto, y por ella entraron ayer tres antiguos miembros del Pacto de Varsovia: Polonia, Hungría y la República Checa. Se marca así una reconciliación entre las dos Europas que quedaron separadas por la devastadora lógica de Yalta. Sin embargo, una gran cuestión para recomponer Europa es saber si esa puerta volverá a abrirse: ¿Qué ocurrirá con los demás que esperan ingresar? A pesar de la política oficial de "puertas abiertas", ni EE UU ni Francia ni el Reino Unido, entre otros, tienen interés alguno en que la OTAN acoja a más miembros. Se está generando una Europa de varias divisiones, con la primera para los países que son miembros de la OTAN y la UE.Esta ampliación era la más fácil, y probablemente la inevitable. Los tres elegidos logran un indudable reconocimiento, equivalente al progreso de sus sistemas democráticos y de sus economías, y un sentimiento de pertenencia, un vínculo militar con Europa occidental a la espera del retrasado ingreso en la Unión Europea. Y una garantía estratégica de Estados Unidos, por lo que pudiera pasar. Pues la OTAN es, principalmente aún, el vínculo transatlántico. A este respecto, es significativo que la entrada en este club se haya formalizado ayer en Independence (EE UU), y no en Bruselas, donde la histórica ocasión se celebrará el próximo martes. Para Polonia y Alemania, tantas veces enfrentadas en la historia, también reviste un significado especial este reencuentro como aliados.

Es de esperar que los nuevos miembros aporten visiones complementarias para la construcción de esta Europa aún incompleta. Y, sobre todo, que no se cierren en un egoísmo nacional, ahora que ya han conseguido un objetivo histórico. Los tres entran en esta OTAN cincuentenaria cuando ésta se busca a sí misma en un proceso de transformación en profundidad, y cuando los aliados están en pleno debate sobre la construcción de una Identidad Europea de Seguridad y Defensa, en la Alianza y en la propia Unión Europea. Si ha renunciado a tratar de ser ese policía global que absurdamente pretendió en un momento la Administración de Clinton, la OTAN está militarmente más activa que nunca. Pero su misión central ya no es la defensa del territorio de sus miembros o la disuasión, sino la persuasión y la imposición de la paz en territorios vecinos, como Bosnia y Kosovo. Allí, la Alianza puede tener que enfrentarse a la dificultad de poner en práctica la amenaza contra Milosevic, so pena de perder credibilidad. El futuro de la OTAN depende tanto o más de lo que ocurra en Kosovo que de la ampliación.

Y luego está Rusia. La oposición que ha generado por parte de Moscú la ampliación de la Alianza a estos tres Estados tenía como objetivo central no tanto impedirla cuanto dificultar otras futuras ampliaciones, especialmente a estados que un día formaron parte de la Unión Soviética. Y aunque se ha progresado en las relaciones entre Rusia y la OTAN, queda aún mucho por hacer, incluso para evitar desandar el camino ya recorrido, tan importante como el ingreso de los tres nuevos aliados.

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