El problema de llamarse Prince

Un inmigrante liberiano pasa cinco días en prisión al ser confundido con un delincuente que usaba su nombre

El flamante Plan Policía 2000, que suponía un incremento de material informático y de telecomunicaciones, además de mayor capacidad y más velocidad de actuación, se ha quedado en agua de borrajas. Desde luego, no evitó que el inmigrante liberiano Johnson Prince pasara cinco días en la prisión Sevilla 2 confundido con un delincuente que utilizaba el mismo nombre, cuando hubiera bastado con un clásico del trabajo policial: el cotejo de las huellas dactilares.Prince, de 28 años, llegó a España en 1993, junto a 11 polizones más, en un barco que atracó en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Tras s...

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El flamante Plan Policía 2000, que suponía un incremento de material informático y de telecomunicaciones, además de mayor capacidad y más velocidad de actuación, se ha quedado en agua de borrajas. Desde luego, no evitó que el inmigrante liberiano Johnson Prince pasara cinco días en la prisión Sevilla 2 confundido con un delincuente que utilizaba el mismo nombre, cuando hubiera bastado con un clásico del trabajo policial: el cotejo de las huellas dactilares.Prince, de 28 años, llegó a España en 1993, junto a 11 polizones más, en un barco que atracó en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Tras ser detenido por la policía, la Cruz Roja se encargó de él hasta que pasó a la Península con un permiso de estancia temporal. Desde entonces intenta regularizar su situación de una vez por todas. "El Gobierno no me concede el asilo político, por lo que tengo que ir pidiendo permisos cada cierto tiempo", explicó en un pobre castellano.

En Sevilla, Prince consiguió trabajar para Cáritas vendiendo ropa usada. Por su cuenta, se dedicaba a distribuir y vender diferentes productos entre sus compatriotas para que éstos, a su vez, los vendieran en los mercados ambulantes.

La pesadilla para Johnson Prince empezó el 5 de febrero durante un encuentro con otros dos liberianos en el sevillano barrio de la Macarena. Una patrulla de la policía se acercó y les pidió que se identificaran. No había ningún problema con los otros dos hombres, pero el de Prince aparecía como reclamado en los archivos informáticos de la Dirección General de la Policía.

Prince narró que en la comisaría de Blas Infante (la central de Sevilla) no le permitieron llamar a su abogado, ni ir al cuarto de baño. "Pedí que me tomaran la huellas dactilares para comprobar que yo no era ese hombre -contó muy nervioso-, pero nadie me hizo caso". El delincuente en busca y captura es realmente Darame Issa, también inmigrante pero maliense, que utilizaba el nombre de Johnson Prince habitualmente, y que está condenado por tráfico de drogas a más de dos años de cárcel.

Al día siguiente, el verdadero Prince fue conducido hasta los juzgados de Sevilla, donde se encontró que el abogado que atendía su caso era uno de oficio, y no el suyo particular. De nuevo le fue denegado el derecho a llamarlo. Ese mismo día fue encarcelado.

"Me obligaron a desnudarme delante de un grupo de funcionarios que hacían comentarios y se reían de mí", recordó con indignación. Compartió la celda con un yonqui que le gritaba: "Pero qué quiere un muerto de hambre como tú, si aquí ya tienes cama y comida todos los días". Durante su estancia en la cárcel, Prince afirmó que pasó tanto miedo que no pudo comer nada.

Tres días después, otro preso le timó: le dio una tarjeta telefónica de 2.000 pesetas que en realidad sólo tenía un saldo de 35 pesetas. Pero fue suficiente para llamar a su casero, que se puso en contacto con el abogado del inmigrante y que solucionó el entuerto seis días después de la detención.

Pero el destino parece mofarse de la suerte de Prince. Su coche fue multado, ya que en el momento de la detención estaba mal aparcado, y todas las mercancías que transportaba fueron robadas.

Ya en libertad, Prince prefiere olvidar lo ocurrido. "Cada vez que pienso en ello mi corazón salta mucho", comentó ayer. Ahora asegura que lo primero que se le pasó por la cabeza cuando salió a la calle fue volver a su país. El joven inmigrante explicó que sufre secuelas psicológicas por esta "terrible experiencia" y que acudirá a los tribunales para denunciar su caso.

La Asociación Pro Derechos Humanos ha anunciado que pedirá explicaciones a la Delegación del Gobierno en Andalucía "para que depure responsabilidades en el caso", y exigirá que el expediente de Prince quede "totalmente limpio". El delegado del Gobierno en Andalucía, José Torres Hurtado, pidió ayer públicamente "su más sincero perdón" a Johnson Prince, reconociendo que se trató de "un error policial", e informó de que ha solicitado a la policía la realización de una "investigación exhaustiva".

Torres Hurtado no descartó que el Gobierno "compense de alguna manera a este señor por el error cometido". Quizá para Johnson Prince se hayan acabado los permisos temporales de residencia.

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