El proceso contra tres ex ministros por sangre contaminada de sida divide a la sociedad francesa

Un ex primer ministro, Laurent Fabius, hoy presidente de la Asamblea, y otros dos miembros de su gabinete, Georgina Dufoix y Edmond Hervé, son juzgados a partir de hoy en Francia por medidas tomadas en el poder. El drama de las transfusiones de sangre contaminada -que infectaron de sida a unas 2.000 personas en los años ochenta- ha terminado por envolverles. La polémica sobre el fundamento mismo del juicio agita las esferas políticas, judiciales y periodísticas. Ayer, tres de los 15 miembros del Tribunal de Justicia de la República que juzgarán el caso reclamaron la apertura de diligencias por...

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Un ex primer ministro, Laurent Fabius, hoy presidente de la Asamblea, y otros dos miembros de su gabinete, Georgina Dufoix y Edmond Hervé, son juzgados a partir de hoy en Francia por medidas tomadas en el poder. El drama de las transfusiones de sangre contaminada -que infectaron de sida a unas 2.000 personas en los años ochenta- ha terminado por envolverles. La polémica sobre el fundamento mismo del juicio agita las esferas políticas, judiciales y periodísticas. Ayer, tres de los 15 miembros del Tribunal de Justicia de la República que juzgarán el caso reclamaron la apertura de diligencias por difamación contra ensayistas y periodistas que les atribuyen ánimo de venganza y haber incurrido en mentiras y falsificaciones. Elisabeth Guigou, ministra de Justicia, rechazó las reclamaciones invocando la necesidad de no interferir en el proceso.

Aunque no faltan quienes aprovechan para tratar de desgastar a los socialistas, hoy de nuevo en el poder, y minar aún más la figura de Fabius, la oposición conservadora está dividida entre quienes, como François Léotard, ex presidente de la UDF y ex ministro, sostienen que Fabius actuó correctamente según la información existente en la época, y quienes piden depurar responsabilidades. El problema de la defensa es, explicar por qué el primer ministro tardó 15 días en autorizar la comercialización de la prueba diagnóstica estadounidense Abbott que, con ser menos completa que la francesa Pasteur, llevaba sobre esta última una ventaja de dos semanas, precisamente. La pregunta es si hubo una cierta concepción del patriotismo que permitió al lobby Pasteur comercializar su prueba simultáneamente con la Abbott.

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