Tribuna:

El congreso y Cataluña [HH] FRANCESC DE CARRERAS

Existen dos formas de comentar un determinado acontecimiento político: desde un punto de vista externo, es decir, enjuiciándolo según se adecue o no a tus propias posiciones, y desde un punto de vista interno, es decir, enjuiciándolo según la coherencia del acontecimiento de acuerdo con sus propios presupuestos. Los dos comentarios son legítimos siempre que no se confundan ambos planos del análisis. A mi parecer, el congreso del PP celebrado este fin de semana ha sido, desde un punto de vista externo, un modelo de lo que no debe ser un congreso de un partido democrático, pero desde un punto de...

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Existen dos formas de comentar un determinado acontecimiento político: desde un punto de vista externo, es decir, enjuiciándolo según se adecue o no a tus propias posiciones, y desde un punto de vista interno, es decir, enjuiciándolo según la coherencia del acontecimiento de acuerdo con sus propios presupuestos. Los dos comentarios son legítimos siempre que no se confundan ambos planos del análisis. A mi parecer, el congreso del PP celebrado este fin de semana ha sido, desde un punto de vista externo, un modelo de lo que no debe ser un congreso de un partido democrático, pero desde un punto de vista interno, seguramente ha resultado excelente. Ciertamente, el congreso ha sido una ceremonia ritual; una especie de misa concelebrada con todo, hasta el más mínimo gesto, ya previsto; una auténtica obra de teatro perfectamente ensayada en la que, como en las de Boadella, autor y director coinciden. Todo ello, con la simple finalidad de demostrar al ciudadano que si España va bien, el PP va mejor. Por otra parte, desde un análisis externo, debe decidirse, con razón, que no ha sido otra cosa que una mera pantomima: sin debate ni reflexión alguna, con ponencias asépticas y hueras, con una renovación de cargos decisivamente determinada por el poderoso dedazo de Aznar, que los congresistas, a coro, se han limitado a ratificar. En definitiva, ha sido un congreso en el que la democracia ha brillado por su ausencia, y pocos, incluso entre sus propios participantes, pueden discrepar de esta conclusión. Ahora bien, ¿no es eso lo que se pretendía? Más todavía, ¿no es eso lo que desea la base social que vota o podría votar al PP? Participación, debate, tendencias, razonamiento: todo eso no gusta a las personas conservadoras. Ya Benjamin Constant dijo, a principios del siglo XIX, que lo que éstas quieren es, simplemente, que los especialistas -es decir, los políticos profesionales- lo hagan bien, para ellos poderse dedicar a su trabajo y a su vida privada. En caso de hacerlo mal, se les cambia, pero mientras no sea así no hay razón para preocuparse. La democracia, desde un punto de vista conservador, no requiere la participación ciudadana en el poder, sino simplemente ir a votar cuando toca y elegir a una élite para que gobierne en los próximos cuatro años. Por tanto, desde el punto de vista interno, desde el punto de vista del PP, el congreso ha sido un éxito. Culmina, además, una etapa ascendente del partido en la cual, posiblemente, ha llegado a su punto álgido: por una parte, puede mostrar un apabullante volumen de poder político en ayuntamientos y comunidades autónomas; por otra -excluidos ya Rodríguez, López Amor y, muy a la baja, Álvarez Cascos-, comienza a calar en la opinión pública la nueva imagen centrista y moderada de un Gobierno que hasta hace bien poco mostraba demasiada agresividad y mala educación. Con ello -más los exorcismos sabatinos del PSOE en Guadalajara- se están ganando la confianza de nuevos sectores sociales que le auguran poder ampliar el insuficiente número de votos obtenido en las últimas elecciones. En el congreso, además, el PP catalán ha tenido un importante peso. Primero, porque el presidente del mismo ha sido Alberto Fernández Díaz, pero sobre todo por las inclusiones de Piqué y Vidal-Quadras en la ejecutiva. Buena parte de la responsabilidad de esta nueva imagen del Gobierno de Aznar en España ha sido obra del buen hacer de Piqué. Y en Cataluña Piqué representa a un sector social -el empresarial moderadamente catalanista- que no tenía representación visible en el PP catalán. Si la integridad moral de Piqué no queda afectada por su gestión al frente de Ercros, su rendimiento electoral en Cataluña -robando votos a CiU- parece indudable. Por otra parte, la permanencia de Vidal-Quadras en la ejecutiva cubre otro flanco muy importante al incidir su presencia, aún simbólica, en el voto de parte de la población de los cinturones industriales de Barcelona y Tarragona, arrebatando, en este caso, votos -como ya se puso de manifiesto en las últimas autonómicas- al partido socialista. Lo ha resumido con acierto Pere Esteve: "Esta pareja", ha dicho el secretario general convergente, "condensa todo lo que representa el PP para Cataluña". No podía haber hecho mejor elogio.

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