Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR

Ciberterrorismo

El pasado domingo, día 24, una crónica escrita desde Washington por el corresponsal de EL PAÍS, Javier Valenzuela, daba cuenta de que el presidente Bill Clinton pretende que el Congreso le autorice a gastar 397.000 millones de pesetas para proteger a su país "de las que considera las tres principales amenazas terroristas en el siglo XXI: los atentados con armas químicas, la guerra biológica y el sabotaje de las redes de ordenadores". El titular era: "Clinton lanza la batalla contra el terrorismo biológico y cibernético".Ramsés Rodríguez Martínez se ha dirigido al defensor para afirmar que "la ...

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El pasado domingo, día 24, una crónica escrita desde Washington por el corresponsal de EL PAÍS, Javier Valenzuela, daba cuenta de que el presidente Bill Clinton pretende que el Congreso le autorice a gastar 397.000 millones de pesetas para proteger a su país "de las que considera las tres principales amenazas terroristas en el siglo XXI: los atentados con armas químicas, la guerra biológica y el sabotaje de las redes de ordenadores". El titular era: "Clinton lanza la batalla contra el terrorismo biológico y cibernético".Ramsés Rodríguez Martínez se ha dirigido al defensor para afirmar que "la cibernética es una rama de la electrónica que se ocupa de las analogías entre las máquinas y los hombres, pero no en el sentido que ustedes emplean", dice este joven lector de 18 años.

"Creo que es una especialidad muy concreta", dice Ramsés Rodríguez, "que figura indebidamente en el artículo como sinónimo de informática", y añade que en el suplemento Ciberpaís "se suele utilizar el término "ciberterrorismo", que no tiene nada que ver con la cibernética. Ciberterrorismo", concluye, "viene de ciberespacio, que se refiere a Internet y que es, seguramente, a lo que se refería Clinton".

El defensor del lector se confiesa lego en estas materias. Se trata de un asunto actual y de futuro, y por ello ha pedido la opinión de un experto, Fernando Sáez Vacas, catedrático de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación de Madrid (ETSIT).

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"No es cierto en absoluto que la cibernética sea "una rama de la electrónica" ni que sea "una especialidad muy concreta", dice Sáez Vacas. "Wiener, matemático a quien todo el mundo atribuye la creación del término cybernetics en 1948, la definió como la "ciencia del control y la comunicación en los seres vivos y en las máquinas", pero resulta que ya en 1834, el científico Ampère llamaba cybernétique a la ciencia de gobernar comunidades, y Platón utilizó muchísimo antes un término parecido (la raíz etimológica es griega) para designar el arte de la navegación".

"Con lo anterior", prosigue Sáez Vacas, "se demuestra que la cibernética es una ciencia muy general, multidisciplinar en su desarrollo, cuyos principios conceptuales se han extendido por varias disciplinas, no todas necesariamente técnicas, y han dado lugar a distintas ramas del conocimiento, teorías y escuelas de pensamiento: biocibernética, neurocibernética, cibernética empresarial, etcétera".

Sobre el posible abuso al utilizar la voz "cibernética" como sinónimo de informática, el profesor Sáez Vacas afirma que "la cibernética ha tenido más éxito como denominación genérica que expresa control y automatismo -no sólo de máquinas, sino también de seres humanos y grupos sociales- que como ciencia. Pero también sus ideas técnicas están en las ramas conocidas como Automática, Robótica, Inteligencia Artificial y, de una manera algo menos directa y clara, en la Informática. Una de las consecuencias de estos dos aspectos mezclados es que la utilización del prefijo "ciber" se ha hecho muy popular: por ejemplo, una cibersociedad sería una sociedad controlada por máquinas muy evolucionadas. Se ha creado el término "ciberespacio" en una novela de W. Gibson. Lo define "como un espacio real, detrás de las pantallas, un lugar que no puedes ver, un paisaje generado informáticamente, el lugar donde residen nuestros datos informáticos, un espacio que no ocupa sitio y que se atraviesa en un tiempo cero".

"Por su parte, Michael Benedikt lo definió como "un universo nuevo, universo paralelo creado y sustentado por las computadoras y las líneas de comunicación del mundo, etcétera". De las dos últimas definiciones se desprende que el muy exitoso concepto literario del ciberespacio está basado en la utilización plena -no necesariamente, aunque hoy día sí preponderantemente a través de Internet- de los ordenadores o computadores o computadoras (informática), y de las redes de telecomunicación, es decir, de todas las tecnologías de la información y de la comunicación. Por todo lo dicho", concluye Sáez Vacas, "es válido emplear la expresión "terrorismo cibernético".

Una fotografía engañosa

El cambio de defensor del lector, al concluir para Francisco Gor el mandato improrrogable que señala el estatuto, provocó algún pequeño retraso respecto de algunos asuntos.El 29 de noviembre pasado, en la sección de Sociedad se publicó un reportaje, con el título Alerta química, en el que se advertía que un tercio de las 157 industrias de alto riesgo en este sector no cumple con los planes de emergencia.

Para ilustrarlo, se incluyó una fotografía a tres columnas de unas instalaciones de Ertisa, empresa del Grupo Cepsa, en el polo químico de Huelva.

José María Martín Quemada, director de relaciones institucionales de la empresa, se dirigió al defensor para advertir que "ninguna de las empresas del Grupo Cepsa ha sufrido ningún accidente de este tipo en los últimos años", que el grupo ha hecho importantes inversiones en seguridad y que la imagen se publicaba junto a dos titulares alarmantes: Alerta química y, debajo de la fotografía, Los dos accidentes más graves.

En el texto del reportaje no se hace la menor referencia a Cepsa, y el redactor jefe de Sociedad admite abiertamente que se trata de "un descuido deplorable" en el proceso de edición.

El texto está escrito con algunos días de antelación y, cuando se decide publicarlo, se pide una fotografía de una planta química, sin comprobar que la imagen recoge, muy visiblemente, el logotipo de una empresa que nada tiene que ver con los fallos que se denuncian. En este caso, una imagen sí que vale más que mil palabras: tanto, que nunca debió publicarse.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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