Reportaje:

De confesional a laica

Con el tiempo, la escuela Costa i Llobera no sólo ha cambiado de situación y titularidad, sino también de ideario. Sus inicios estuvieron marcados por un claro carácter confesional y por eso adoptó el nombre del poeta y sacerdote mallorquín Miquel Costa i Llobera. Pero su voluntad de renovación pedagógica la distinguía no sólo de la escuela franquista, la de la formación del espíritu nacional, sino también de la mayoría de los centros regidos por órdenes religiosas. "La escuela no es el mejor sitio para enseñar la religión", justifica Pere Darder. El cambio hacia una escuela laica fue gradual....

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Con el tiempo, la escuela Costa i Llobera no sólo ha cambiado de situación y titularidad, sino también de ideario. Sus inicios estuvieron marcados por un claro carácter confesional y por eso adoptó el nombre del poeta y sacerdote mallorquín Miquel Costa i Llobera. Pero su voluntad de renovación pedagógica la distinguía no sólo de la escuela franquista, la de la formación del espíritu nacional, sino también de la mayoría de los centros regidos por órdenes religiosas. "La escuela no es el mejor sitio para enseñar la religión", justifica Pere Darder. El cambio hacia una escuela laica fue gradual. Dejó de ser confesional en el curso 1970-71, pero no todas las escuelas cristianas que nacieron en aquellos años siguieron su ejemplo. En los años sesenta se dividieron en dos grupos: las que querían ser laicas se agruparon en el Colectivo de Escuelas por la Escuela Pública Catalana (CEPEPC), y las religiosas en el Grupo Acción Escolar Catalana (GAEC). Las primeras se integraron mayoritariamente en la red pública, mientras que las segundas siguen siendo privadas. Pese a los obstáculos de la época, el centro Costa i Llobera nació con la ilusión de hacer cosas nuevas. "Todo estaba por construir", indica Darder, "de manera que cualquier iniciativa que se desmarcara de lo establecido despertaba mucha ilusión". Y la escuela nació de la ilusión de maestros y padres que querían dar una educación diferente a sus hijos. Ilusión y juventud: cuando fundó la escuela, Darder era un licenciado de apenas 23 años.

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