La voz de la justicia

La canadiense Louise Arbour se ha forjado una imagen de magistrada de autoridad férrea desde que fuera nombrada en 1996 como fiscal del Tribunal Penal Internacional (TPI) para la antigua Yugoslavia.De pequeña estatura, mirada viva en una cara enmarcada por un cabello castaño oscuro, esta quebequesa de Montreal que el próximo 10 de febrero cumplirá 52 años, no ha tenido nunca pelos en la lengua a pesar de la natural reserva judicial a aparecer a la luz de los proyectores.

Llegada en octubre de 1996 con el objetivo de juzgar "al 90%" de los criminales de guerra del conflicto en la ex Yugo...

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La canadiense Louise Arbour se ha forjado una imagen de magistrada de autoridad férrea desde que fuera nombrada en 1996 como fiscal del Tribunal Penal Internacional (TPI) para la antigua Yugoslavia.De pequeña estatura, mirada viva en una cara enmarcada por un cabello castaño oscuro, esta quebequesa de Montreal que el próximo 10 de febrero cumplirá 52 años, no ha tenido nunca pelos en la lengua a pesar de la natural reserva judicial a aparecer a la luz de los proyectores.

Llegada en octubre de 1996 con el objetivo de juzgar "al 90%" de los criminales de guerra del conflicto en la ex Yugoslavia (1991-95), Arbour ha revisado al alza sus ambiciones.

"Hoy estoy absolutamente convencida de que todos los acusados van a ser procesados, y eso no era así hace dos años", confiaba la semana pasada al semanario francés Journal du Dimanche. "Nadie se encuentra fuera de alcance. Ni siquiera un jefe de Estado".

Jurista con reputación de brillante e íntegra, la fiscal del TPI no practica el exceso de diplomacia. El presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, y su alter ego croata, Franjo Tudjman, fustigados por su rechazo a entregar a los acusados que se encuentran libres en sus territorios, se han dado cuenta de ello. Los occidentales, también, empezando por Francia a quien Arbour reprochó en diciembre de 1997 que quisiera "controlar el acceso del TPI a la verdad", por impedir testificar a sus militares en La Haya.

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