Un poblado sentenciado

El poblado chabolista de Los Yelmos, en Boadilla del Monte (17.814 habitantes), nació hace 20 años. Pero en los últimos meses ha firmado su sentencia de muerte. Ya no hay espacio para él. Está rodeado por las grúas y los ladrillos con los que se construirán dos nuevas urbanizaciones, donde residirán unas 15.000 personas. Y por si fuera poco, el trazado previsto por el Ministerio de Fomento para el tercer anillo de circurivalación de Madrid, la autovía M-50, pasa por encima de las chabolas.En Los Yelmos viven ahora unos 50 inmigrantes, pero llegó a ser el mayor poblado chabolista de la Comunida...

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El poblado chabolista de Los Yelmos, en Boadilla del Monte (17.814 habitantes), nació hace 20 años. Pero en los últimos meses ha firmado su sentencia de muerte. Ya no hay espacio para él. Está rodeado por las grúas y los ladrillos con los que se construirán dos nuevas urbanizaciones, donde residirán unas 15.000 personas. Y por si fuera poco, el trazado previsto por el Ministerio de Fomento para el tercer anillo de circurivalación de Madrid, la autovía M-50, pasa por encima de las chabolas.En Los Yelmos viven ahora unos 50 inmigrantes, pero llegó a ser el mayor poblado chabolista de la Comunidad, con unas 400 chabolas y casi un millar de habitantes, todos marroquíes.

"Había de todo, desde mafiosos a gente honrada", explicó ayer Abdel Magid el Faquirir, un chabolista que lleva 15 años en un chamizo.

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En febrero de 1997, el poblado marginal vivió uno de sus peores momentos: un gran incendio, con llamas de más de diez metros de altura, arras6unas 40 chabolas y dejó sin hogar a unas 70 personas.

El fuego puso al equipo de gobierno local,. del Partido Popular, cara a cara con un problema social al que hasta entonces no había prestado atención. A raíz del incendio, el Partido Popular reaccionó y organizó un plan de realojo para que los chabolistas encontraran una vivienda digna.

Hasta ahora el plan ha servido para que alrededor de un centenar de magrebíes se hayan ido a vivir a pisos de bajo alquiler. En cada vivienda de este tipo se alojan cuatro inmigrantes (cada uno paga 15.000 pesetas al mes).

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Los inmigrantes magrebíes llevan años consumiendo agua no potable de un pozo que hay en el poblado, junto a un arroyo pestilento. Muchos de ellos se quejan de dolores en el aparato digestivo y de que les salen, sarpullidos en la piel a causa del agua.

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