Tribuna:

Tiempo de desasosiego

Hoy es el día en que vívidos recuerdos nos asaltan sin que puedan encarnarse en imágenes contundentes. Todo es liviano y evanescente y la vaguedad se impone en un entorno de sensaciones confusas. Uno quisiera, como el poeta clandestino, buscar el sosiego en las fondas -y las comidas baratas, como él-, oler el café y sentir que todo fluye, que el día termina y todo comienza de nuevo. Que cada mañana amanece, como se cansó de repetir Juan José Ibarretxe no hace tanto aquí entre nosotros. No obstante, aún cortamos el aire y la niebla; el mal está bien, y el bien, mal, como dijeron las arpías. Otr...

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Hoy es el día en que vívidos recuerdos nos asaltan sin que puedan encarnarse en imágenes contundentes. Todo es liviano y evanescente y la vaguedad se impone en un entorno de sensaciones confusas. Uno quisiera, como el poeta clandestino, buscar el sosiego en las fondas -y las comidas baratas, como él-, oler el café y sentir que todo fluye, que el día termina y todo comienza de nuevo. Que cada mañana amanece, como se cansó de repetir Juan José Ibarretxe no hace tanto aquí entre nosotros. No obstante, aún cortamos el aire y la niebla; el mal está bien, y el bien, mal, como dijeron las arpías. Otras veces, en cambio, uno tiene la sensación de contemplar el espectáculo de una historia que ha perdido su amargura y provoca ahora hilaridad; historias de generales retirados (a veces iracundos, es verdad) o estampas teatrales de colegio con muchas caras sonrientes. Pero recuerda también que un día nos llegó como un oscuro rumor; que luego se transmitieron de boca en boca noticias que hablaban de violencia y abusos cometidos contra los ciudadanos. Que ya no era la ira contra el tirano lo que les movía. Y que al final los cometieron a la luz del día y a la vista de todos para que así supiéramos que éramos reos. Recuerda eso y otras cosas, y sabe que la bestia está dormida. Al fin dormida, o simplemente dormida, según se mire (son generaciones completas formadas en la intransigencia). Vivimos tiempos de desasosiego en que se gestan tortuosas maniobras políticas, nunca saludables para las formas democráticas de gobierno, y menos cuando éstas atraviesan por estados de crisis. Tiempos de desasosiego y tiempos decisivos en que todo debe contornearse con la suficiente levedad, cierto, pero, al tiempo, con la clarividencia necesaria para que el futuro sea posible y lo sea en un sentido de decoro social. Contra lo que se cree, con la formación del próximo Gobierno vasco según la fórmula PNV-EA, con el apoyo exterior de EH, no se jugaría fundamentalmente con una posible radicalización del electorado nacionalista, que sería una consecuencia que el PNV debe considerar seriamente, ni puede pensarse en una pedagogía democrática de HB justo a las puertas del poder. Se juega más bien con dos principios básicos del sistema parlamentario y representativo: con el principio democrático (el país se construirá entre todos; todos somos iguales) y el principio de tolerancia (nunca se empleará el argumento de la amenaza contra otro). De formarse un Gobierno así, en este momento decisivo, se formaría contra un amplio sector del país y, no nos engañemos, para tender puentes hacia ETA, mientras implícitamente se acepta el insolente veto de HB puesto en boca de Arnaldo Otegi. A diferencia del historiador futuro, hoy no sabemos a lo que esto nos pueda conducir. Pero la experiencia pasada nos dice que ningún partido en los aledaños del poder y con moral de victoria ha cedido cotas de ese poder recién conquistado por medios espurios en aras de principios como los de la democracia y la tolerancia, que siempre suponen una reducción de cotas de poder. Antes bien, han insistido en los métodos de presión y amenaza, que tan buenos resultados les han dado, por lograr sus objetivos, hasta pervertir, en ocasiones, el propio sistema de Derecho. De modo que, según esto -y autoexcluido el PP en un gesto de irresponsabilidad incomprensible-, sería muy deseable para la ciudadanía que el PNV, EA y PSE se esforzaran en un nuevo entendimiento de gobernación. Sería la condición para potenciar el consenso a muchas bandas, especialmente en el tema del desarme. Se apostaría en la práctica por la tolerancia, al negarse a aceptar el veto de Herri Batasuna. Y, finalmente, se emplazaría a ETA para que aceptara realmente el resultado de las urnas y del juego político. Los temas de soberanía, territorialidad, etc., enunciados en el Acuerdo de Lizarra, podrían venir después en el marco del debate parlamentario (en la CAV, en Navarra, o donde se tenga a bien plantear). Trazo tenue, pero con expresión clara.

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