Madre no hay más que dos

Antonio Durán y Nuria Martín fueron detenidos a mediados de junio de 1997. Ni ellos ni la policía sabían entonces que su detención iba a ser el desencadenante del caso del Raval, es decir, del caso de la red de pederastia que nunca existió. La policía acusó a la pareja de un delito repugnante: la explotación sexual de su hijo de 11 años. Poco después de que los encarcelaran, los periódicos concretaron y difundieron las acusaciones: la pareja había alquilado a su hijo, por 30.000 pesetas el fin de semana, a un presunto pederasta llamado Jaume Lli. La policía había sacado sus conclusiones despu...

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Antonio Durán y Nuria Martín fueron detenidos a mediados de junio de 1997. Ni ellos ni la policía sabían entonces que su detención iba a ser el desencadenante del caso del Raval, es decir, del caso de la red de pederastia que nunca existió. La policía acusó a la pareja de un delito repugnante: la explotación sexual de su hijo de 11 años. Poco después de que los encarcelaran, los periódicos concretaron y difundieron las acusaciones: la pareja había alquilado a su hijo, por 30.000 pesetas el fin de semana, a un presunto pederasta llamado Jaume Lli. La policía había sacado sus conclusiones después de la denuncia presentada por una vecina del barrio. La vecina, una maestra, no había visto nada directamente y sólo repetía el comentario de la madre de una alumna. Las declaraciones del niño ante el juez y la policía confirmaron la verosimilitud de los abusos. Y las exploraciones practicadas por los médicos del hospital de Sant Joan de Déu detectaron rastros probables de penetraciones en el cuerpo del menor. Sin embargo, ni las declaraciones del niño o de cualquier otra persona, ni ningún otro dato aparecido en los miles de folios del sumario, permiten deducir racionalmente que los padres conocieran la situación de su hijo. Es más, el propio menor lo negó explícitamente ante el juez: "Que su papá se habría enfadado si se hubiera enterado de que Jaime le estaba haciendo cositas; que su mamá también se habría enfadado si se hubiera enterado de ello. Que su papá y su mamá no le habrían dejado ir más con Jaime si hubieran sabido lo que le hacía". Por el contrario, las declaraciones más bien permiten suponer que los padres fueron engañados por alguien -Jaume Lli- que se presentó ante ellos como educador en el barrio, que mantenía una relación de cordialidad con la madre y cuyos ofrecimientos para llevarse al niño por ahí, casi siempre en pandilla, eran a veces agua de mayo para una familia en situación económica precaria -el padre iba del paro a la obra y vuelta- que debía afrontar, además, los cuidados de otra hija de 16 meses.PASA A LA PÁGINA 6

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