"Sólo me queda el viceconsejero"

Luis Blázquez, consejero de Economía, dio ayer en la Asamblea una lección de buen humor y de saber encajar las críticas de los adversarios, lo que le valió el aplauso general de su grupo parlamentario y del público asistente.

Todo empezó cuando el diputado socialista Juan Antonio Barrio de Penagos le preguntó por la dimisión, hace unas semanas, del gerente del Imade, Ignacio de la Vega. El parlamentario del PSOE recordó que De la Vega era el "noveno o décimo directivo" que dejaba su puesto desde que Blázquez se hizo cargo de Economía.

El consejero respondió que De la Vega hab...

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Luis Blázquez, consejero de Economía, dio ayer en la Asamblea una lección de buen humor y de saber encajar las críticas de los adversarios, lo que le valió el aplauso general de su grupo parlamentario y del público asistente.

Todo empezó cuando el diputado socialista Juan Antonio Barrio de Penagos le preguntó por la dimisión, hace unas semanas, del gerente del Imade, Ignacio de la Vega. El parlamentario del PSOE recordó que De la Vega era el "noveno o décimo directivo" que dejaba su puesto desde que Blázquez se hizo cargo de Economía.

El consejero respondió que De la Vega había dejado su cargo por motivos profesionales. Pero Barrio de Penagos insistió. "Ya me esperaba esa respuesta. Pero, ante tanta dimisión, se oyen muchas cosas". Y mencionó el supuesto mal humor de Blázquez o desavenencias entre su equipo directivo... "Ya sólo le queda el viceconsejero, que se está ganando el cielo por ello, y el secretario general", le espetó.

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Blázquez hizo entonces un gesto de enfado. "Eso no es cierto", replicó con dureza. "Al secretario general también le cambié. Sólo me queda el viceconsejero". Los parlamentarios rieron ante la chanza.

Blázquez explicó que de los 13 altos cargos que había cambiado en los últimos tres años, cuatro habían sido requeridos por instituciones del Estado o del Gobierno central, tres por empresas privadas, otros tres por universidades, dos por instituciones extranjeras y otro por enfermedad. El consejero reconoció, no obstante, que su gente está "sometida a la presión máxima" que provoca el trabajo de la consejería.

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