Editorial:

Idilio 'rojiverde'

LA PRIMERA alianza de centro-izquierda que gobernará Alemania después de la Segunda Guerra Mundial está haciendo las cosas deprisa para enterrar la era de Kohl. Con la firma, ayer, de su contrato de coalición -50 páginas- y la distribución de carteras, socialdemócratas y ecologistas pretenden sentar las bases políticas de la transición alemana hacia el nuevo milenio, con una prioridad declarada: combatir un desempleo que se acerca a los cuatro millones de personas. Pocos habrían previsto tan sólo hace un par de semanas que el mismo día en que el canciller Kohl presidía su último Consejo de Min...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

LA PRIMERA alianza de centro-izquierda que gobernará Alemania después de la Segunda Guerra Mundial está haciendo las cosas deprisa para enterrar la era de Kohl. Con la firma, ayer, de su contrato de coalición -50 páginas- y la distribución de carteras, socialdemócratas y ecologistas pretenden sentar las bases políticas de la transición alemana hacia el nuevo milenio, con una prioridad declarada: combatir un desempleo que se acerca a los cuatro millones de personas. Pocos habrían previsto tan sólo hace un par de semanas que el mismo día en que el canciller Kohl presidía su último Consejo de Ministros (¡el número 545!) los rojiverdes se pondrían de acuerdo en una reforma histórica: abolir el "derecho de sangre" que desde 1913, bajo Guillermo II, ha regido el código alemán de la nacionalidad. Este pacto sustantivo, uno más de los que han jalonado 18 días de negociaciones -reforma fiscal, ley y orden, distribución de drogas a toxicómanos-, contempla la doble nacionalidad y prevé la nacionalidad alemana para los niños nacidos en el país de padres extranjeros. Con este salto desde una nación étnica a otra ciudadana, que los conservadores califican de salto en el vacío, el futuro canciller socialdemócrata Schröder y sus aliados no sólo alterarán el mapa social alemán (hasta tres millones de personas podrían adquirir la ciudadanía), sino también, previsiblemente en su beneficio, el electoral.

Más información

La influencia de Los Verdes en el Gobierno ultimado ayer por Schröder, que recibirá del Bundestag su espaldarazo como canciller el próximo martes, rebasa con mucho su escaso 7% de votos en las elecciones generales del 27 de septiembre y los tres ministros y cuatro secretarías de Estado que incorporarán al Gabinete. El partido de Joschka Fischer ha forzado un compromiso para el abandono definitivo, aunque sin fecha, de la energía nuclear, un cambio radical en la política energética del gigante industrial. Los Verdes, crecidos en la protesta antiatómica de los años ochenta y nunca hasta ahora presentes en el Gobierno, consideran ya que la trompeta final ha sonado para las 19 plantas atómicas del país, productoras del 30% de la electricidad. Si en un año no se ha llegado a un acuerdo con la industria eléctrica, el Ejecutivo fijaría una agenda para el cierre escalonado de los reactores. Su huella está también en el nuevo impuesto ecológico que gravará progresivamente gasolina, gasóleo, electricidad y gas para conseguir tres billones de pesetas con los que financiar una reducción de más de dos puntos en las cargas sociales.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Las engrasadas negociaciones entre los socios de Gobierno contrastan agudamente con la lucha por el poder planteada ya en la misma cúspide del partido socialdemócrata. Como Jano, el SPD alemán es más bifronte que nunca, con dos hombres ávidos de mando, el propio Schröder y Oskar Lafontaine, presidente del partido, designado superministro de Finanzas (por ende, hombre fuerte del Gobierno) y a la izquierda del SPD en temas económicos y sociales. En el plazo de ocho días, Lafontaine ha trastocado por dos veces los planes del futuro canciller. Primero, forzando la salida del influyente Rudolph Scharping como líder parlamentario, con la pretensión, finalmente fallida, de instalar en el cargo a uno de los suyos. Después, vaciando de poderes el ministerio rival de Economía, hasta el punto de que su titular designado, Jost Stollmann, convencido libremercadista y consejero de Schröder, no ha tenido más remedio que despedirse en el último minuto.

El temprano estallido de la rivalidad en la cima socialdemócrata es un aviso. La estabilidad del nuevo Gobierno alemán -21 escaños de mayoría- va a depender no sólo de que funcione la química entre el SPD y Los verdes. También de que los dos grandes patrones del partido mayoritario entierren sus diferencias tan convincentemente como lo hicieron durante la campaña electoral.

Archivado En