Editorial:

Píldora abortiva

El laboratorio francés Exelgín, productor de la píldora abortiva RU-486, ha anunciado que va a solicitar a la Agencia Europea del Medicamento autorización para comercializar el fármaco. Todos los grupos parlamentarios españoles suscribieron en noviembre una proposición para que la píldora abortiva se comercialice también en España y se estima que puede estar disponible hacia el mes de marzo. De cumplirse estas previsiones, la píldora abortiva llegará a los hospitales españoles 19 años después de haberse sintetizado, y no porque su desarrollo haya presentado dificultades desde el punto de vista...

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El laboratorio francés Exelgín, productor de la píldora abortiva RU-486, ha anunciado que va a solicitar a la Agencia Europea del Medicamento autorización para comercializar el fármaco. Todos los grupos parlamentarios españoles suscribieron en noviembre una proposición para que la píldora abortiva se comercialice también en España y se estima que puede estar disponible hacia el mes de marzo. De cumplirse estas previsiones, la píldora abortiva llegará a los hospitales españoles 19 años después de haberse sintetizado, y no porque su desarrollo haya presentado dificultades desde el punto de vista médico, sino por las muchas trabas y presiones que tuvo que sortear el laboratorio que intentaba comercializarla, hasta el punto de que el año pasado tuvo que desistir de la patente.Sería deseable que la píldora abortiva pudiera recorrer en paz el último tramo de su camino hacia la normalización. Porque lo que no es normal es que, existiendo un procedimiento incruento para abortar, se le escamotee a las mujeres por pura intolerancia. Una vez que el ordenamiento jurídico permite la interrupción voluntaria del embarazo en determinados supuestos, es un ejercicio de crueldad privar a las mujeres de la posibilidad de hacerlo en mejores condiciones y con menos riesgos. Y eso es lo que ha estado ocurriendo durante demasiado tiempo.

En sintonía con el tremendismo que exhibió con motivo de la discusión en el Congreso de una propuesta para ampliar la ley del aborto, la Conferencia Episcopal ha calificado la píldora de "arma letal" para perpetrar un crimen. Está en su derecho de expresar su opinión. Pero habría que recordarle, por enésima vez, que las mujeres no van al aborto como quien acude a una fiesta. Interrumpir el embarazo es siempre el mal menor y supone un trauma, no sólo psicológico sino también físico. Sorprende que las personas que tanto celo ponen en la defensa de ese proyecto de vida autónoma denominado nasciturus, no demuestren la más mínima piedad hacia la mujer que se ve abocada al aborto, que en ese momento no sólo es un ser viviente, sino también sufriente. ¿Acaso la caridad cristiana y la compasión no va con ellas?

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