Baile de fuego, demonios y dragones

Demonios de todas las edades, con cuernos largos y cortos, rojos y negros. Dragones enfurecidos prestos a vomitar llamas. Ensordecedor ruido de tambores y petardos. Olor a pólvora, fuego de colores. Barcelona realizó ayer un particular y vistoso descenso a los infiernos gracias al multitudinario Correfoc de la Mercè, que ayer cumplió 20 años y confirmó, con cerca de 20.000 asistentes de acuerdo con datos facilitados por la Guardia Urbana, que tiene mecha y público para muchos más. La cita se había fijado para las ocho de la tarde en la avenida de la Catedral. Pero mucho antes de que saltara l...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Demonios de todas las edades, con cuernos largos y cortos, rojos y negros. Dragones enfurecidos prestos a vomitar llamas. Ensordecedor ruido de tambores y petardos. Olor a pólvora, fuego de colores. Barcelona realizó ayer un particular y vistoso descenso a los infiernos gracias al multitudinario Correfoc de la Mercè, que ayer cumplió 20 años y confirmó, con cerca de 20.000 asistentes de acuerdo con datos facilitados por la Guardia Urbana, que tiene mecha y público para muchos más. La cita se había fijado para las ocho de la tarde en la avenida de la Catedral. Pero mucho antes de que saltara la primera chispa, la avenida era ya un hervidero de protagonistas y espectadores. Un total de 11 colles de diables de Barcelona (450 integrantes en total), 21 dragones y bestias de fuego y 100 timbalers esperaban con impaciencia, entre bailes y ejercicios de calentamiento de los instrumentos de percusión, su paso por la Porta de l"Infern, un enorme arco iluminado por bengalas y fuegos de artificio que sirvió de punto de partida a todos los participantes. Un dragón procedente de Manchester, otro llegado desde Sant Quintí de Mediona (Alt Penedès) y un tercero de Vilanova i la Geltrú fueron los invitados especiales a la fiesta. El punto de inicio lo marcó la ceptrotada, un baile interpretado por los lucifer de cada colla de demonios. Provistos de lanzas adornadas con petardos, los danzarines rindieron su particular homenaje al fuego. Mientras, los integrantes de algunos de los grupos de diablos coreaban festivos gritos de guerra y los espectadores menos atrevidos se agolpaban tras las vallas de seguridad que los aislaban de la línea de acción. El desfile fue seguido con enorme expectación por miles de personas en un mosaico heterogéneo de público. Padres con sus pequeños al hombro, la mayoría tocados con pañuelos y gorras para protegerse la cabeza de las chispas y del fuego que soltaban los demonios, señoras mayores encaramadas a los maceteros públicos, niños subidos a los árboles de la plaza... cualquier acrobacia era buena para obtener un privilegiado punto de vista sobre la procesión de criaturas de fuego, cuyo recorrido se prolongó más de dos horas y acabó pasadas las ocho de la tarde. Saltando a ratos, otros corriendo y tratando siempre de implicar al público en la fiesta, los demonios y comparsas recorrieron un itinerario marcado por la plaza de Antoni Maura, Via Laietana y la plaza de Antoni López, ya junto al puerto, al lado del edificio de Correos. Allí, el fuego del Correfoc de la Mercè se extinguió hasta el año próximo después de haber consumido más de 750 kilos de pólvora. Cuando acabó el Correfoc, empezó el Piromusical. Un espectáculo de luz, color y sonido que, como los anteriores, forma parte ya del paisaje de la Festa de la Mercè. Decenas de miles de personas, concentradas desde las nueve de la noche, contemplaron desde la avenida de la Reina María Cristina y desde el parque de Montjuïc el Piromusical, acto que sirve para poner fin a cuatro días de fiestas mayores.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En