Editorial:

Persistir en el error

LA INVESTIGACION policial, encargada por el juez que instruye el caso, ha puesto al descubierto que el anestesista Juan Maeso arrastraba ya en 1989 un sombrío historial. El hospital Militar de Valencia, donde este médico trabajó desde 1973 hasta esa fecha, ha informado oficialmente de que Maeso, acusado ahora de contagiar masivamente la hepatitis C, ya hacía entonces un "uso indiscriminado" de un opiáceo, la Dolantina, que prescribió tal sustancia a una paciente sin que ésta lo necesitara y que, finalmente, le fue restringido el acceso a los estupefacientes. En 1989, tras una amonestación en p...

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LA INVESTIGACION policial, encargada por el juez que instruye el caso, ha puesto al descubierto que el anestesista Juan Maeso arrastraba ya en 1989 un sombrío historial. El hospital Militar de Valencia, donde este médico trabajó desde 1973 hasta esa fecha, ha informado oficialmente de que Maeso, acusado ahora de contagiar masivamente la hepatitis C, ya hacía entonces un "uso indiscriminado" de un opiáceo, la Dolantina, que prescribió tal sustancia a una paciente sin que ésta lo necesitara y que, finalmente, le fue restringido el acceso a los estupefacientes. En 1989, tras una amonestación en privado y un expediente disciplinario, Maeso abandonó el hospital. Desde entonces, este anestesista, cuyo trabajo, paradójicamente, ponderan muy positivamente sus colegas, ha ejercido la medicina fundamentalmente en un gran hospital público, La Fe, y otro privado, la Casa de la Salud. Y ahora se ha sabido también que en ambos centros hubo suficientes indicios como para sospechar de su actuación profesional y, sobre todo, como para atajar lo que ya hoy es inevitable: más de un centenar de pacientes contagiados con la peor de las hepatitis.La noticia enlaza con lo ocurrido en el hospital Reina Sofía de Córdoba, donde esterilizaron por error a una embarazada al confundirla con otra paciente que sufría cáncer. Los médicos ni siquiera sabían de su gestación. La investigación, el cese del director del centro y la apertura de expedientes sólo se ha llevado a cabo una vez que la mujer presentó una demanda judicial y la prensa se hizo eco de ello. Ambos casos evidencian la preocupante tendencia de los hospitales españoles a silenciar sus faltas desde un corporativismo que se traduce en la persistencia del error y la indefensión de los ciudadanos frente a riesgos ciertos.

El consejero de Salud valenciano, Joaquín Farnós, ya denunció en su día el corporativismo en el caso Maeso. El informe policial remitido al juez deja entrever que tampoco los investigadores oficiales lo están teniendo fácil. Hay informes y denuncias del servicio de enfermería de La Fe perdidos en alguna instancia oficial. Hay quejas sistemáticamente desoídas y muchos pacientes que sólo ahora empiezan a comprender que el fallo de que fueron víctimas al ser infectadas de hepatitis o permitiendo que despertara en plena intervención no fue un caso aislado. Nadie está libre de errores, pero la sanidad española insiste en negar los suyos, lo que va en detrimento de la credibilidad y la confianza que debe inspirar a los usuarios.

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