El financiero del terrorismo islámico

Osama Bin Laden es un millonario saudí de 38 años al que el fervor religioso desvió de las rutas habituales de sus compatriotas hacia Londres, Marbella o El Cairo y le llevó a las trincheras de Afganistán, tras la invasión soviética de 1979. Allí, este islamista radical compartió rezos y batallas con los talibán, que luchaban para derrocar al régimen prosoviético instalado en Kabul. Tenían una base ideológica común: una interpretación ultraortodoxa del islam suní al que deseaban purificar de influencias occidentales. Ayudado por su enorme fortuna personal -que fuentes occidentales cifran...

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Osama Bin Laden es un millonario saudí de 38 años al que el fervor religioso desvió de las rutas habituales de sus compatriotas hacia Londres, Marbella o El Cairo y le llevó a las trincheras de Afganistán, tras la invasión soviética de 1979. Allí, este islamista radical compartió rezos y batallas con los talibán, que luchaban para derrocar al régimen prosoviético instalado en Kabul. Tenían una base ideológica común: una interpretación ultraortodoxa del islam suní al que deseaban purificar de influencias occidentales. Ayudado por su enorme fortuna personal -que fuentes occidentales cifran en 38.000 millones de pesetas-, Bin Laden no sólo ofreció a los talibán su presencia personal, sino que armó y financió a los voluntarios reclutados por todo el mundo árabe. Regresó a casa como un héroe, pero su virulencia anti occidental pronto empezó a ser molesta para el régimen de Riad.

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La autorización de la monarquía saudí para que los soldados de la coalición internacional usaran su territorio contra Irak tras la invasión de Kuwait, fue la gota que colmó el vaso de su radicalismo: Infieles en la patria del profeta. Huyó entonces a Sudán, donde durante cinco años largos vivió protegido por el régimen islamista de Omar Hasan al Bachir.

Cinco años eran demasiados para permanecer inactivo tras la intensidad de su etapa con los talibán. Además, los "afganis" -como se conoció a los combatientes árabes cuando, derrotado el comunismo afgano, regresaron a sus casas en Argelia, Libia o Egipto- eran un potencial demasiado valioso para ser desperdiciado. Las dificultades para su integración que encontraron a su regreso (especialmente en Egipto, donde la tasa de paro es elevada) les ponían en disposición de respaldar acciones radicales en las que canalizar su descontento. El dinero tampoco constituía un problema.

Una ideología radical, hombres fogueados en combate y dinero en abundancia, han permitido a Bin Laden financiar un oscura trama de grupos radicales que, bajo la bandera de un islam que interpretan de forma restrictiva, actúan contra intereses occidentales (preferentemente estadounidenses) allí donde tienen oportunidad. No todos son grupos nuevos, ni todos tienen estructuras establecidas. Es más bien un magma de organizaciones con interconexiones flexibles y poco definidas.

Diversas fuentes periodísticas han hablado de que fue el organizador de un Frente Islámico Internacional, creado en Arabia Saudí en 1990, al que habrían acudido los principales grupos extremistas islámicos. Sin embargo algunos de estos grupos han negado su participación. Sea como fuere, Bin Laden es un hombre cauto. A raíz de la operación francesa en la que el conocido terrorista Illich Ramírez Carlos fue trasladado de Jartum a París para ser juzgado, el saudí trasladó su residencia a Afganistán donde sabe protegido por los talibán.

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