Tribuna:

Amaia

LUIS DANIEL IZPIZUA No se trata de ningún personaje, sino del final de esta historia y de las fiestas donostiarras. Aunque bien podría ser el nombre de alguna amiga de Xemai. Pero, no, la mejor compinche de Xemai se llama Txárriot, una loba con dientes de titanio, que necesitó poner ruedas y chirridos hasta a su propio nombre original, el dulce y poco habitual Carolina. Acaba de llamarle a casa por teléfono, pero él hace rato que ha salido, y ahí lo tenemos, en la calle Mayor, vestido de mil rayas y dispuesto a tragarse la Salve junto a su rival y a Donostiñe, a los que aún espera. La vísper...

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LUIS DANIEL IZPIZUA No se trata de ningún personaje, sino del final de esta historia y de las fiestas donostiarras. Aunque bien podría ser el nombre de alguna amiga de Xemai. Pero, no, la mejor compinche de Xemai se llama Txárriot, una loba con dientes de titanio, que necesitó poner ruedas y chirridos hasta a su propio nombre original, el dulce y poco habitual Carolina. Acaba de llamarle a casa por teléfono, pero él hace rato que ha salido, y ahí lo tenemos, en la calle Mayor, vestido de mil rayas y dispuesto a tragarse la Salve junto a su rival y a Donostiñe, a los que aún espera. La víspera, en el concurso de fanfares de la Consti, consiguió por fin retenerla, aunque el deambular posterior con la pareja casi le produjo un sarpullido de tanto contenerse ante los millares de miradas de deseo que le percutieron por el recorrido. Llevaba ya un rato allí, medio castrado entre tanta raya, cuando ella le tocó el hombro. Se volvió y vio cómo la sonrisa de Donostiñe se convertía en un gesto de asombro mientras le pedía perdón. Sin embargo, las expectativas siempre son receptivas, aun cuando resultan defraudadas. Fue así que él pudo lograr lo que hasta entonces no había conseguido: entrar en el molde Pastelero, que ella llevaba abierto en aquel momento de par en par. Si su porte hubiera sido menos agraciado, las cosas tal vez hubieran ocurrido de otro modo, pero su cara entró, aunque dada la discreción de Donostiñe él no se dio cuenta de ello. Eso sí, de inmediato le ofreció una piruleta, pues dijo que tenía dos y que si no tendría que tirarla. Luego, antes de que a ella le diera tiempo a decir que tenía prisa, le ofreció un clavel que sacó del bolsillo, después una moto de plástico, un kleenex, un matasuegras...y así hasta que llegó Pastelero. A partir de ese momento, no le hicieron demasiado caso, pero él les siguió la estela, y hasta consiguió bailar un merengue con su capricho. Ahora, en la calle Mayor, le vuelven a tocar el hombro, pero cuando se vuelve no se encuentra con Donostiñe, sino con Praxku. Este lo arrastra fuera de la multitud con el argumento de que necesita hablar con él urgentemente a solas. Le dice: "Mira, hijo mío, pues has de saber que...Sí, yo en cierta ocasión me bañé en una fuente termal, y allí, en plena soledad, solos el agua y yo, gocé de una succión y un gustazo. De aquello tuvo que salir algo, y seguramente fuiste tú. Me basta con ver esas comitivas que arrastras, tan similares a las que arrastraba yo en otro tiempo. Solo que las mías terminaban en delirio, y las tuyas ni se sabe en qué acaban. Pues bien, vas a desaparecer de aquí durante una temporada. En caso contrario, sparagmós, txikizioa, démembrement, escachamiento. Y si no sabes lo que es eso, vete a ver esta noche los fuegos artificiales. Y te lo harán tus propios seguidores. Mira, ahí está esa amiga tuya, con esa moto con parabólica y dosel, como si fuera un elefante. Monta y lárgate". Los fuegos encendieron su espectáculo de luz, estruendo y exclamaciones. Las fiestas habían sido maravillosas, y ahora que llegaban ya a su txanpa final, la sangre espumosa no les pedía descanso sino que todos querían más txanpán. Todos, también Donostiñe y Pastelero, se deleitaron con las cascadas, bombas, rosetones, coronas... Todos, tras una japonesa espectacular, pudieron ver aquel cohete solitario de sola roja, y cómo dibujaba en el aire la figura de Xemai. Y cómo luego algo explotaba y todos los miembros de aquella figura salían despedidos en todas direcciones. Lo vieron todos menos Xemai. Había huido rumbo desconocido junto a Txárriot en moto, y no regresará hasta después de la boda de Pastelero. Tarareemos a Mendelssohn. Y tú, Artillero, dale fuego.

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