Tribuna:

Epitafio

Un poco raro el gesto de los parlamentarios del PSOE que llevan en la solapa una chapita con la leyenda «yo también soy Pepe Barrionuevo». Es lo mismo que si los afectados por la hepatitis C se colocaran una pegatina que dijera «yo también soy Boliden», en lugar de «yo también soy Doñana», y disculpen la comparación, pero la magnitud del daño medioambiental sufrido por el parque y los hígados es comparable. En resumen, uno cree que los diputados y las diputadas del PSOE deberían llevar otra insignia con la inscripción «yo también soy Segundo Marey» en la solapa contraria a la colonizada por Ba...

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Un poco raro el gesto de los parlamentarios del PSOE que llevan en la solapa una chapita con la leyenda «yo también soy Pepe Barrionuevo». Es lo mismo que si los afectados por la hepatitis C se colocaran una pegatina que dijera «yo también soy Boliden», en lugar de «yo también soy Doñana», y disculpen la comparación, pero la magnitud del daño medioambiental sufrido por el parque y los hígados es comparable. En resumen, uno cree que los diputados y las diputadas del PSOE deberían llevar otra insignia con la inscripción «yo también soy Segundo Marey» en la solapa contraria a la colonizada por Barrionuevo (¿la derecha?, ¿la izquierda?). Estamos seguros además de que esa iniciativa favorecería la defensa del ex ministro al arrancar de la cabeza de la gente la idea de que la solidaridad con el encausado no procede tanto de la fe en su inocencia como de la adicción de sus señorías a los GAL.Y no se trata de prejuzgar a nadie (Boliden, Barrionuevo y el anestesista de Valencia son inocentes mientras la justicia no demuestre lo contrario), sino de hacer saber al contribuyente con qué zona del ecosistema dañado tiende a identificarse uno. Durante todos estos años se le han hecho muchos homenajes a Barrionuevo, no sabemos si por ser o por no ser, pero durante esas cenas de adhesión incondicional a nadie se le ha ocurrido recabar fondos para que Segundo Marey pudiera pagarse un tratamiento.

Parece, pues, que hay una descompensación de apoyos, de solidaridades, de sentimientos bondadosos y babeos a favor de quienes, en el mejor de los casos, crearon las condiciones ambientales necesarias para que la charca se llenara de pistoleros que creían que un nicho ecológico y una tumba eran la misma cosa. La frase que ahora lucen en la solapa podría devenir en su epitafio. No jueguen.

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