De la euforia a la confusión

Pasada la gloriosa sensación de euforia repentina, la imagen de paz que proyecta sobre Irlanda del Norte el histórico acuerdo del Viernes Santo comienza a adquirir contornos surrealistas. En una cama de un hospital de Belfast yace desde anoche, un hombre de 79 años con las rodillas y los tobillos destrozados a balazos. En la morgue de otro hospital de Belfast se cumplía con el requisito legal de hacerle una autopsia al cadáver de un estudiante católico de 22 años, Ciaran Heffron. El crimen, al igual que el ataque al infortunado abuelo, fue político. Nadie le va a explicar a la madre, los her...

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Pasada la gloriosa sensación de euforia repentina, la imagen de paz que proyecta sobre Irlanda del Norte el histórico acuerdo del Viernes Santo comienza a adquirir contornos surrealistas. En una cama de un hospital de Belfast yace desde anoche, un hombre de 79 años con las rodillas y los tobillos destrozados a balazos. En la morgue de otro hospital de Belfast se cumplía con el requisito legal de hacerle una autopsia al cadáver de un estudiante católico de 22 años, Ciaran Heffron. El crimen, al igual que el ataque al infortunado abuelo, fue político. Nadie le va a explicar a la madre, los hermanos y la novia de Heffron que su violenta desaparición va a tener un histórico sentido en el referéndum de la paz, programado para el próximo mes. Detrás del antifaz de reconciliación en Irlanda del Norte -esos seis condados irlandeses que los protestantes insisten en llamar genéricamente "el Ulster", los nacionalistas de la isla "la nación" y los británicos "la provincia"-, hay una nueva lucha. Confusión existe porque entre un asesinato aquí y otro asesinato allá, el proceso está en marcha. Ésa es la intención de los grupos protestantes.

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