Editorial:

Francia y el banco

CONFUSA SEÑAL mandará la Unión Europea sí el 2 de mayo toma la histórica decisión de que 11 países lancen el euro a partir del 1 de enero siguiente, fija los tipos de cambio bilaterales entre las monedas participantes, pero no logra nombrar al presidente del Banco Central Europeo (BCE) y su comité ejecutivo. En el ojo de este huracán encontramos, una vez más, a Francia jugando políticamente con la moneda única. Los gaullistas del RPR, el partido del presidente, Jacques Chirac, y del anterior primer ministro, Alain Juppé, decidieron abandonar ayer la Asamblea Nacional antes de la votación sob...

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CONFUSA SEÑAL mandará la Unión Europea sí el 2 de mayo toma la histórica decisión de que 11 países lancen el euro a partir del 1 de enero siguiente, fija los tipos de cambio bilaterales entre las monedas participantes, pero no logra nombrar al presidente del Banco Central Europeo (BCE) y su comité ejecutivo. En el ojo de este huracán encontramos, una vez más, a Francia jugando políticamente con la moneda única. Los gaullistas del RPR, el partido del presidente, Jacques Chirac, y del anterior primer ministro, Alain Juppé, decidieron abandonar ayer la Asamblea Nacional antes de la votación sobre el euro. El lamentable efecto antieuropeo de Le Pen también les ha alcanzado en esto. Pero no es sólo la derecha la que está dividida al respecto; también lo está la coalición de la izquierda plural que sustenta al Gobierno de Jospin, con los comunistas y los seguidores de Chevénement en contra de la moneda única. Aunque la mayoría parlamentaria que ha apoyado el curo ha sido amplia, de Francia ha emanado un mensaje de confusión. El miedo al euro ha hecho presa de una parte de Francia, y obligado a Chirac a salir con un discurso más nacional sobre Europa, y a Jospin, a defender su política. La confusión francesa no favorece sus tesis sobre la composición del comité ejecutivo del BCE, entre cuyos seis miembros es de esperar que figure un español. Aunque la solución más sensata no está descartada, el problema es profundo, pues chocan las concepciones de Francia y Alemania sobre lo que debe ser la autoridad monetaria europea. Jospin pide que su presidente comparezca ante los Parlamentos nacionales -al menos el francés- e insiste, con razón, en un contrapoder económico europeo al monetario. Quiere dejar constancia de que el BCE no va a ser un anexo del Bundesbank en Francfort. Por estas razones, ha insistido en que el presidente para los próximos ocho años no sea automáticamente el candidato oficioso, Wim Duisenberg, actual presidente del Instituto Monetario Europeo, precursor del BCE. Quizá la solución sea un pacto de caballeros -jurídicamente es difícil otra fórmula- para que Duisenberg acorte su mandato y pase los trastos, a media faena, a un francés. Tras las intenciones francesas puede haber propósitos menos nobles, como asegurarse la vicepresidencia del BCE (importante si el presidente tiene que atender a tantos Parlamentos); la dirección del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), que no le correspondería a Francia (y para el que hay un candidato español, Pedro Solbes), y la Secretaría General del Consejo de Ministros de la UE, que a sus influyentes funciones tradicionales ha de añadir, una vez ratificado el Tratado de Amsterdam, la de alto representante de la política exterior y de seguridad común (Mr. Pesc). De aquí al 2 de mayo han de redoblarse los esfuerzos para encontrar un presidente del banco. Técnicamente, el nombramiento del comité ejecutivo del BCE puede demorarse hasta el 1 de julio. Políticamente, no; Europa daría una imagen de división. Mal modo de lanzar el euro.

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