Condena de 8 millones a un médico por inutilizar un dedo a un paciente

La Audiencia de Madrid ha condenado a la Mutua de Accidentes de Trabajo y a uno de sus médicos a indemnizar con ocho millones de pesetas a un enfermo que sufrió graves quemaduras en un dedo tras serle inyectada anestesia posiblemente en mal estado en una operación para extirparle un quiste. Las quemaduras quemaron los tejidos del dedo y luego hubo que amputárselo. El lote de anestesia del que extrajo esa dosis "fue retirado del centro por precaución",afirma el tribunal.

La Audiencia reprocha al médico que se desentendiera de la evolución del paciente tras la operación, y, además, le cri...

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La Audiencia de Madrid ha condenado a la Mutua de Accidentes de Trabajo y a uno de sus médicos a indemnizar con ocho millones de pesetas a un enfermo que sufrió graves quemaduras en un dedo tras serle inyectada anestesia posiblemente en mal estado en una operación para extirparle un quiste. Las quemaduras quemaron los tejidos del dedo y luego hubo que amputárselo. El lote de anestesia del que extrajo esa dosis "fue retirado del centro por precaución",afirma el tribunal.

La Audiencia reprocha al médico que se desentendiera de la evolución del paciente tras la operación, y, además, le critíca por haber inyectado al enfermo la anestesia "sin ser especialista" en esa materia. En la sentencia a la que ha tenido acceso este periódico sólo figura las iniciales del facultativo: F.D. R.El enfermo fue operado en octubre de 1992, en una clínica de la Mutua de Accidentes de abajo de Madrid, de un quiste localizado en la base del segundo dedo de la mano izquierda.Tras la operación, el dedo empezó a gangrenarse, lo que derivó en una necrosis (muere) irreversible de los tejidos.Fue operado varias veces más en un intento de revitalizar los tejidos necrosados, pero sin éxito. Finalmente, otro médico se vió obligado a "amputarle de raíz" el citado dedo. Fruto de ello, el trabajador quedó en na situación laboral de "incapacidad permanente y total".

El caso de este enfermo se vio por primera vez en un juzgado de la plaza de Castilla el 29 de mayo de 1995. La víctima, dado que no podía trabajar, solicitó a la Mutua y al médico una indemnización de 25 millones de pesetas. El juez la dejó en ocho millones y tildó e "negligente" la conducta el médico. Los condenados pelaron entonces a la Audiencia. Alegaron que la necrosis se produjo por "una complicación posoperatoria imprevisible e inevitable" fruto de una "distrofia refleja" que se da en cinco de cada 100 intervenciones de este tipo. La Audiencia asegura que la causa real de la posterior amputación del dedo "fue un accidente quirúrgico", y que la quemadura de los tejidos se debió a la infiltración" de la anestesia, cuya aplicación debió controlarla un "especialista".

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