Editorial:

Razones del fracaso

EL PLAN de paz propuesto por el lehendakari Ardanza ha sido aparcado a la vista del desacuerdo sobre su contenido, constatado en la reunión que sostuvo ayer la Mesa de Ajuria Enea. Ese resultado refleja la dificultad de superar las contradicciones básicas del planteamiento de Ardanza: intentar fortalecer el vacilante consenso existente mediante una propuesta más ambiciosa que la que fundaba el pacto existente; y hacerlo en el sentido de reforzar el contenido nacionalista del pacto sin que ello responda a demandas claras de la sociedad vasca. No ha habido realismo en la propuesta, pese a que co...

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EL PLAN de paz propuesto por el lehendakari Ardanza ha sido aparcado a la vista del desacuerdo sobre su contenido, constatado en la reunión que sostuvo ayer la Mesa de Ajuria Enea. Ese resultado refleja la dificultad de superar las contradicciones básicas del planteamiento de Ardanza: intentar fortalecer el vacilante consenso existente mediante una propuesta más ambiciosa que la que fundaba el pacto existente; y hacerlo en el sentido de reforzar el contenido nacionalista del pacto sin que ello responda a demandas claras de la sociedad vasca. No ha habido realismo en la propuesta, pese a que contenía algunos avances dignos de consideración. Factores colaterales, como la recuperación mediática de ciertas frases atribuidas a Arzalluz, han podido influir también en el desenlace.El plan de Ardanza había obtenido de la experiencia de Argel la enseñanza de que no es posible una negociación directa con una organización terrorista, cuyo objetivo central tiende a ser su propia supervivencia como grupo armado; y de la experiencia irlandesa, la lección de que no es posible un diálogo con el brazo político sin un compromiso expreso de abandono definitivo de la violencia por parte del brazo armado. Ambos principios estaban implícitos en el texto de Ajuria Enea, pero había interpretaciones contradictorias. Al clarificarlas, el documento de Ardanza traslada a ETA un mensaje nítido. Algo que era necesario, porque evitar la confusión de los terroristas sobre lo que es posible y lo que no, es una condición para cualquier iniciativa de paz. Otra aportación del escrito del lehendakari es el reconocimiento explícito del pluralismo vasco: cualquier solución debería ser consensuada -lo cual significa algo más que aprobada por una mayoría coyuntural- por las fuerzas políticas vascas. Estas aportaciones no deberían ser ahora echadas en el olvido, sino incorporadas al consenso básico de Ajuria Enea.

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El resto es mucho más discutible. No por tal o cual frase del texto, sino por la lógica interna del planteamiento. Éste consiste básicamente en ofrecer al mundo de ETA, a cambio de su renuncia a las armas, el cambio del marco político actual. No necesariamente saltándose la Constitución y el Estatuto, como se ha simplificado, pero sí reformando, mediante los procedimientos establecidos, ambas normas. Que millones de ciudadanos tengan que aceptar esos cambios para satisfacer la exigencia de los 150.000 que apoyan con su voto a ETA no es democrático. Y es, por ello mismo, desestabilizador: abre paso a la relativización del Estado de derecho y a la incertidumbre política.

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Argumentar que tal vez no sea muy democrático pero que no hay más remedio que tragar porque no hay otra manera de acabar con ETA resulta equívoco (y hasta inmoral, según quién lo diga). Primero, porque no está demostrado que sea imposible hacer desistir a ETA (con eficacia policial más firmeza política); segundo, porque aunque fuera cierto que no cabe la derrota de ETA, de ello no se deduce que haya que claudicar ante sus exigencias. Hacerlo no acercaría la paz, sino el único objetivo capaz de satisfacer a ETA: la conquista del poder. Veinte años de democracia y autonomía política demuestran que es falaz la teoría, sostenida sobre todo por el PNV, de que mayores concesiones al nacionalismo conseguirían aplacar a los terroristas. Más bien se ha demostrado que no sólo no aplacan a ETA, sino tampoco a los que sostienen dicha teoría: esos sectores nacionalistas que han seguido rehusando apoyar la Constitución y alimentando un descontento con el Estatuto que les ha permitido gobernar en Euskadi desde hace 18 años.

Seguramente tiene razón Arzalluz al sospechar que quienes han filtrado o reflotado los papeles relativos a sus contactos con dirigentes de Herri Batasuna pretendían influir en la reunión de Ajuria Enea. Sin embargo, eso no significa que lo que dicen esos viejos papeles, que hacen referencia a una reunión celebrada hace ocho años, sea irrelevante o ajeno a lo que ayer se discutía. Lo que se ha publicado no son las palabras de Arzalluz, sino la interpretación que de ellas hace HB; pero es justamente eso lo que otorga interés a la revelación. Permite vislumbrar el efecto que ciertas imprudencias, complicidades verbales y concesiones sin principios del nacionalismo vasco democrático provocan en el radicalismo próximo a ETA. Ya existía el antecedente de la interpretación que un sector de la antigua ETA Político-militar hizo en 1981 de lo que Arzalluz les dijo sobre la situación política subsiguiente al 23-F. Aunque las circunstancias fueran diferentes, ese antecedente debería haber aconsejado a Arzalluz mayor prudencia. Sobre todo, para evitar que quienes "practican un fascismo de libro" tuvieran la impresión de formar parte de uno de los frentes de una empresa común.

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