Terroristas y fanáticos en el diván

Distintos especialistas hurgan en la psicología de los abanderados del terror

En los vericuetos interiores de la persona que atravesó con varias balas los cuerpos de Alberto Jiménez-Becerril y Ascención García Ortiz, el pasado 30 de enero en Sevilla, hay todo menos una conducta inexplicable. Ser capaz de matar no es el único rasgo que diferencia al terrorista del resto de los hombres. Tampoco la ideología que con tanta pasión defienden. La máxima es, como dice el proverbio chino, "matar a uno para aterrorizar a diez mil", pero la historia es mucho más compleja.

Bajo el título El idealismo perverso, una reflexión sobre terrorismo y fanatismo, la Asociac...

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En los vericuetos interiores de la persona que atravesó con varias balas los cuerpos de Alberto Jiménez-Becerril y Ascención García Ortiz, el pasado 30 de enero en Sevilla, hay todo menos una conducta inexplicable. Ser capaz de matar no es el único rasgo que diferencia al terrorista del resto de los hombres. Tampoco la ideología que con tanta pasión defienden. La máxima es, como dice el proverbio chino, "matar a uno para aterrorizar a diez mil", pero la historia es mucho más compleja.

Bajo el título El idealismo perverso, una reflexión sobre terrorismo y fanatismo, la Asociación Española de Psicoterapia Dinámica y de los Sistemas Humanos, convocó el sábado pasado a un grupo de especialistas españoles que desde distintos ángulos ofrecieron lecturas ya no centradas en los colectivos terroristas y fanáticos como fenómeno social, sino en la médula misma de las personas que escogen ese camino. Colocados desde un imaginario punto de vista interno del individuo, asumieron el riesgo de las generalizaciones basándose en su conducta y en una lógica incuestionable: si no hay diferencia no hay sujeto.

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Se dice que todos somos un poco fanáticos, pero, ¿qué hitos en la conformación de la personalidad de un individuo lo hacen convertirse en terrorista y no, por ejemplo, en un jugador que se bate con otros, amparándose en su inteligencia y la fuerza de sus piernas, en un campo de fútbol? "Las sociedades buscan un sentido y construyen teorías, mitos, etc. Estos se transmiten de generación en generación, de padres a hijos, pero la simple transmisión no garantiza su adquisición, cada sujeto tendrá que recorrer por sí mismo las etapas de la civilización para hacerlas suyas. Para ello contará con su propia potencialidad más una oferta, un proyecto de realización desde el exterior", explicó la psicóloga Natividad Briones.

Ya lo ha dicho antes el psicoanálisis: los terroristas y fanáticos sufren del denominado "trastorno narcisista". La psicóloga Ana Fernández-Manchón lo explica: "El fanático dirigirá sus pulsiones a objetos de identificación totalizantes que alienten su omnipotencia infantil y le permitan desarrollar un sentimiento de sí unívoco y aglutinado". Los adolescentes, y en eso coincide con el autor del libro Psicología del terrorismo, Francisco Alonso-Fernández, suelen ser más vulnerables: por su cuestionamiento vital corren más riesgos de alienarse en identificaciones omnipotentes. Aquellos con un bajo nivel de estima, con problemas de identidad o ansiedad, son los más fáciles de contagiar. Los más débiles son los que con más facilidad se convierten en los más duros.

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Pulsión mística

"Fanáticos luchadores". Así denomina Alonso-Fernández a los terroristas. Para él tienen especial predisposición a ello, los individuos expuestos a prácticas de este tipo de violencia durante la infancia, así como aquellos que reciben una instrucción escolar distorsionada. También los educados en un contexto de privación afectiva. "Desde su nacimiento, el sujeto se encuentra determinado por la influencia del otro, generalmente de la madre", dice la psicóloga Fernández-Manchón, apelando al psicoanálisis. La identidad nunca viene dada biológicamente.El terrorista moderno puede provenir de cualquier estrato socioeconómico. Y en el caso de la mujeres, asegura Alonso-Fernández, deben su reclutamiento a compartir la ideología fanática o a encontrarse vinculadas con lazos de amistad o de amor con algún terrorista masculino.

Dosifica cuidadosamente sus operaciones para no indignar demasiado a la gente; es apasionado; cree tener la verdad absoluta; le gobiernan sus impulsos; no cambia ni reconoce el cambio, por lo que se niega a aceptar los cambios cortos pero reales; intenta imponer sus decisiones a aquellos en cuyo nombre lucha; desconoce la paciencia y la duda; está enfermo de no ser. Toda descripción que apunte a congelar la figura del terrorista y el fanático como si de una fotografía se tratara, parece insuficiente. El psiquiatra forense Manuel García Nart agrega otra: el terrorismo como una forma de fanatismo que tiene su base antropológica en la pulsión mística del ser humano.

Para García Nart, la construcción simbólica bajo formas de teorías, ideologías, mitos, es la manera como en cada época se tiene en pie el ser humano. Se trata de superar la angustia ante la terrible indiferencia del mundo. Lo místico es la superación de nuestros límites que nos permite vivir en la contingencia y en la ausencia de fundamentos. He allí la razón y explicación de todos los fenómenos religiosos y no religiosos cobijados por el fanatismo. Es en la dimensión social en la que la aspiración mística cristaliza: es el sueño de la sociedad emancipada.

Citando a Jesús Ibañez, García Nart agrega un consideración más, a todas luces trágica: el terrorismo aparece cuando se persiguen fines que son a la vez necesarios e imposibles. Y pone un ejemplo lejano: la recuperación de la tierra palestina. El terrorismo es entonces una forma de autoafirmación desesperada de aquel que se ve hundido en su integridad.

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