Tribuna:

La mirada del otro

Recientemente, Gabriel Jackson me obligaba a considerar otra vez mi admiración por esos norteamericanos que han dado a la palabra libertad la dignidad humanista de la que carecen los liberales economicistas. Recomiendo la última obra de Jackson, Civilización y barbarie en la Europa del siglo XX, como un balance aportado por la mirada del otro, mirada cómplice por el papel desempeñado por EE UU en la interrelación civilización y barbarie en el siglo XX. Pero lo que forzó mi consideración fueron unas declaraciones a La Vanguardia del historiador norteamericano residente hace...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Recientemente, Gabriel Jackson me obligaba a considerar otra vez mi admiración por esos norteamericanos que han dado a la palabra libertad la dignidad humanista de la que carecen los liberales economicistas. Recomiendo la última obra de Jackson, Civilización y barbarie en la Europa del siglo XX, como un balance aportado por la mirada del otro, mirada cómplice por el papel desempeñado por EE UU en la interrelación civilización y barbarie en el siglo XX. Pero lo que forzó mi consideración fueron unas declaraciones a La Vanguardia del historiador norteamericano residente hace ya muchos años en Barcelona, en las que comenta el caso GAL, el terrorismo vasco, la relación entre pujolismo y solidaridad, la crisis de la cultura del trabajo, la oposición entre el modelo social y el modelo economicista de vida. "La democracia", dice Jackson, "es dar a cada cual lo que necesita, no lo que puede pagar".Con el sustrato cultural de cualquier intelectual español, europeo, pero con la distancia oceánica de yanqui y judío, en tantos sentidos errante, la mirada de Jackson es implacablemente lúcida y nos propone recuperar el don de la medida. Cuando el entrevistador Lluís Amiguet le plantea que la Fundación Carter medie en el conflicto vasco, Jackson responde: "Ustedes lo sufren casi a diario, pero el problema vasco es prácticamente desconocido fuera de aquí. Entre mis, amistades no españolas es fácil encontrar buenos conocedores del problema palestino e irlandés, pero no del vasco". Ni siquiera la cuestión vasca figura en el supermercado global de la barbarie, y aparece como un hecho diferencial más, para más inri considerable como ibérico, junto a las corridas de toros o el pasodoble. ¿Vale la pena seguir matando y muriendo sin la menor garantía de que el producto se cotice, en el supermercado global del espíritu?

Archivado En