Editorial:

Votar en Argelia

EN LOS últimos dos años, el régimen argelino ha convocado a votar cuatro veces, la última de ellas en las elecciones a alcaldías y Gobiernos regionales el pasado jueves, para consolidar una situación que los más optimistas entre los observadores califican de semidemocracia, y los demás, de fraude sin remisión. Y todo ello en medio del más atroz enfrentamiento que ha conocido el país desde la guerra de independencia, y que ha causado ya más de 60.000 muertos en seis años.En noviembre de 1995, el general Liamín Zerual obtenía un suficiente refrendo popular a su presidencia, que el escruti...

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EN LOS últimos dos años, el régimen argelino ha convocado a votar cuatro veces, la última de ellas en las elecciones a alcaldías y Gobiernos regionales el pasado jueves, para consolidar una situación que los más optimistas entre los observadores califican de semidemocracia, y los demás, de fraude sin remisión. Y todo ello en medio del más atroz enfrentamiento que ha conocido el país desde la guerra de independencia, y que ha causado ya más de 60.000 muertos en seis años.En noviembre de 1995, el general Liamín Zerual obtenía un suficiente refrendo popular a su presidencia, que el escrutinio oficial convertía en el 75% de los votos emitidos. Mejoraron las expectativas, puesto que no podía excluirse que con su nueva legitimidad el presidente aspirara a pacificar el país negociando con el FIS, el frente integrista que había ganado la primera vuelta de las legislativas de 1991, y cuya suspensión marcó la toma del poder por una junta militar.

Hace un año, de nuevo por una clara mayoría, se aprobaba en referéndum una Constitución que proscribía a los partidos religiosos o de impronta regional. Ello significaba que sólo los islamistas progubernamentales, el Movimiento de la Sociedad por la Paz y En Nahda, serían autorizados a organizarse. Ya entonces la presunta tasa de afluencia a las urnas, de un 80%, fue puesta en entredicho por propios y extraños.

En junio pasado, las legislativas daban al partido del Gobierno, la Agrupación Nacional Democrática, creado sólo tres meses antes, una clara victoria, y para redondear la idea de una cierta unión nacional, esta formación sumaba al poder al antiguo Frente de Liberación Nacional (FLN), compuesto hoy por los que no han podido ubicarse en la nueva situación y algunos nostálgicos del socialismo de otros tiempos.

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En esta última ceremonia electoral, la Agrupación y el FLN han obtenido, según el recuento oficial, una aplastante mayoría, eso que dio en llamarse mayoría a la búlgara. Fuera del palio han quedado los laicos democráticos Agrupación por la Cultura y la Democracia y el Frente de Fuerzas Socialistas, que sólo se presentaban en un par de centenares de los 1.541 municipios, y, ya en el extrarradio de la ilegalidad, el propio FIS, que había llamado a la abstención. Con una afluencia de votantes del 60% -en baja constante a cada convocatoria-, la conclusión de todo ello es que gran parte de la opinión se ha desentendido, impotente ante la liquidación de toda esperanza de paz que pudiera derivarse de una moderación negociadora del poder.

En los últimos meses no es sólo que la matanza haya seguido sin remisión, sino que sus autores suelen ser ovnis de la muerte, agentes no identificados que actúan, ante la pasividad del Ejército, masacrando poblaciones enteras en feudos del FIS. Al mismo tiempo, el GIA, la guerrilla integrista surgida de una escisión del Frente, intensifica su reparto indiscriminado de la muerte. En medio de este trágico panorama, las elecciones locales sólo han servido para reforzar un poder que se sostiene mucho más por las armas que por los votos y para demostrar que no hay luz en el horizonte.

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