Editorial:

Inasequible Castro

INASEQUIBLE AL desaliento, para mayor sufrimiento de sus compatriotas, Fidel Castro se ha vuelto a presentar ante el mundo, con ocasión del V Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), cómo el independiente indomable, último reducto del socialismo auténtico, dispuesto a defender su sistema pues lo considera pro pio- por encima de todo. Éste ha sido el congreso del inmovilismo, en el que incluso se ha recuperado la figura del Che, al que ha estado dedicado el conciliábulo del PCC, cuyo líder ha vuelto a apelar al "sacrificio del pueblo" para salvar el sistema.¿Cuánto durará el régimen, hasta ...

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INASEQUIBLE AL desaliento, para mayor sufrimiento de sus compatriotas, Fidel Castro se ha vuelto a presentar ante el mundo, con ocasión del V Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), cómo el independiente indomable, último reducto del socialismo auténtico, dispuesto a defender su sistema pues lo considera pro pio- por encima de todo. Éste ha sido el congreso del inmovilismo, en el que incluso se ha recuperado la figura del Che, al que ha estado dedicado el conciliábulo del PCC, cuyo líder ha vuelto a apelar al "sacrificio del pueblo" para salvar el sistema.¿Cuánto durará el régimen, hasta cuándo la receta de más sacrificio? Desde luego, Castro y la nomenklatura privilegiada que se ampara en su figura intentarán que sea lo más posible. El dictador pronunció un discurso de casi siete horas para demostrar que a sus 71 años está en buena forma física y moral, y presentarse como el último de Cuba, el que nunca cederá al nordismo, a la presión yanqui o del capitalismo. De momento, Castro parece seguro y decidido a no ceder un ápice en vida.

Esa determinación inmovilista empeora una situación ya mala. Las leves reformas económicas de las que Castro se excusa por la coyuntura internacional" las inversiones extranjeras y el turismo a pesar de los "inconvenientes" apuntados por el dirigente- produjeron un crecimiento de la economía de un 7,8% el año pasado. Pero este año vuelve la radical escasez al caer el crecimiento a poco más de un 2%, como tuvo que reconocer el vicepresidente Carlos Lage.

Ante esta situación, no tiene mucho sentido, para un país como España, seguir una política de pura confrontación con Castro, que resta capacidad de interlocución para otros intereses en Cuba o fuera de la isla. Las relaciones de Cuba con España, e incluso con la UE, deberían volver a una cierta normalidad. A las puertas del centenario de aquel 98, es hora de nombrar otro embajador en La Habana, ahora que queda ya algo lejos la denegación del plácet al anterior candidato. España es el único país de la UE sin máximo representante en L a Habana. Cuba no debe convertirse en la obsesión de la política latinoamericana española, sobre todo si se compara su importancia con la de México o Argentina.

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