Tres chicos apuñalan a la madre de uno de ellos porque no le dejó ir a un concierto

Rosa María Escribano, de 39 años, prohibió a su hijo que asistiera al concierto de rock que se celebraba el viernes en la plaza de Las Ventas. El chaval, A. F. E., de 14 años, consideró la negativa motivo suficiente como "para darle una lección". El menor y dos amigos, de 14 y 18 años, apalearon y apuñalaron a la rnujer el pasado viernes a la una del mediodía en su casa de Fuenlabrada (165.000 habitantes). Según la Jefatura Superior de Policía, el hijo tapó la boca a su madre para que no gritara mientras sus colegas se ensañaban con ella. Uno de los amigos golpeó a la mujer con un bate de béis...

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Rosa María Escribano, de 39 años, prohibió a su hijo que asistiera al concierto de rock que se celebraba el viernes en la plaza de Las Ventas. El chaval, A. F. E., de 14 años, consideró la negativa motivo suficiente como "para darle una lección". El menor y dos amigos, de 14 y 18 años, apalearon y apuñalaron a la rnujer el pasado viernes a la una del mediodía en su casa de Fuenlabrada (165.000 habitantes). Según la Jefatura Superior de Policía, el hijo tapó la boca a su madre para que no gritara mientras sus colegas se ensañaban con ella. Uno de los amigos golpeó a la mujer con un bate de béisbol en la cabeza. El otro le clavó cinco veces un puñal en el costado, en el estómago y en el brazo. La policía mantiene que el hijo de Rosa no llegó a tocarla, pero tampoco la defendió de la salvaje agresión.La mujer pudo huir de su casa, en un piso bajo de la calle de Lima, y salir al portal para pedir auxilio a gritos. "¡Me han pegado, me han pegado!", gritaba. Detrás de ella huyeron sus agresores con las manos ensangrentadas. Una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía (la comisaría está frente a la casa de Rosa) la trasladó al hospital Severo Ochoa de Leganés. Camino del centro médico, dijo a los agentes: "Han sido los dos amigos de mi chico y mi hijo". Según el parte médico, la herida sufrió múltiples contusiones, varias de ellas en el cráneo, y cinco cortes, uno de ellos profundo, por arma blanca. Ayer tarde fue dada de alta.

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Diez minutos después de la agresión, el hijo se presentó en la comisaría. Iba vestido únicamente con unas bermudas y calzaba unas zapatillas de deporte. Tenía manchas de sangre en las manos y en la cabeza. Antes de llegar a la comisaría, arrojó la camisa, con manchas de sangre, a un jardín. El hijo regresó ayer a casa por orden del juez de menores.Al segundo implicado se le encontró en su casa. La policía busca al tercero.

El menor tapó la boca a su madre mientras sus amigos la apaleaban con un bate

Rosa Escribano y su marido, Emiliano, un pintor muy conocido en el barrio, tienen otro hijo más, de 11 años. Los cuatro acababan de regresar de pasar sus vacaciones en Torrevieja (Alicante). La policía explicó ayer que apenas si había relaciones entre la madre y el chaval. "Parece que las disputas eran frecuentes en los últimos meses. Él pretendía una mayor libertad e incluso expresó la idea de abandonar su domicilio", explicó la nota policial.Madre e hijo riñieron el pasado jueves debido al que la mujer no dio permiso al chaval para asistir al concierto de rock que se celebraba ese mismo día en la plaza de las Ventas, y donde tocaban Def con Dos y Extremoduro, según cuentan los amigos. Ese mismo día, el chaval se reunió con los chicos de la pandilla, todos mayores que él. Los investigadores aseguran que el muchacho les convenció de que le "ayudaran a dar una lección a su madre para que no se metiera con él".

Navajazos en la cocina

A la mañana siguiente, los dos chicos se presentaron en la casa de su amigo. Durante una hora estuvieron en el comedor viendo la televisión. Al mediodía pusieron en marcha el diabólico plan. Tanto el marido como el hijo menor estaban fuera de la casa. Los chicos se dirigieron a la cocina, donde preparaba la comida Rosa. El mayor la agarró por el cuello, la tiró al suelo y le dió varios navajazos. Al tiempo, el otro muchacho de 14 años golpeaba la cabeza de la madre de su amigo con un pequeño bate de béisbol. "Mientras yo tapaba la boca a mi madre, mis dos amigos la golpeaban con un palo", declaró el hijo de Rosa a la policía. "Creí que era una broma cuando me cogieron", afirmó Rosa a los agentes. "Cuando me pegaban sólo pensaba en escapar", añadió.

En la vivienda, de 90 metros cuadrados, se hallaron señales de que alguien había intentado limpiar la sangre del suelo con una fregona. El menor declaró que se arrepintió de su acción e intentó que sus amigos dejaran de golpear a su madre al ver que le brotaba sangre de la cabeza. Los agentes hallaron el bate de béisbol ensangrentado en la casa. Estaba tirado en la cocina. Aún no se ha localizado el arma blanca.

El Grupo de Menores de la Policía Judicial (Grume) inició las pesquisas del caso tras escuchar la declaración del hijo. La Fiscalía de Menores dispuso el traslado del menor para someterle a un interrogatorio. Gracias a su testimonio se localizó el domicilio de los otros dos acusados.

Ninguno volvió a su casa durante el viernes. Los padres de ambos, al conocer los hechos, se ofrecieron para colaborar con la policía. El chico más joven, de 14 años, fue trasladado a la policía cuando regresó a su piso.

Alta médica

Rosa Escribano abandonó el sábado, a las diez de la mañana, el hospital. Al llegar a casa se encontró con su hijo. Según un amigo íntimo de la familia, el chico ha pedido perdón a su madre. "El muchacho no sabe lo que hizo. Todo es por culpa de las malas compañías que ha tenido", añadió otro vecino. La familia Fernández pasó el día sin salir de casa.

Todo el barrio esta impresionado por el drama. Los vecinos optaban ayer por la discreción. Una moradora de la calle de Lima apuntó incrédula: "No es posible, es una familia sin problemas". Los vecinos afirman que el hijo de Rosa, estudiante de 7º en el colegio de San Esteban, es un chaval normal. "Viste bien y se llevaba bien con su padre. Incluso trabajaba a veces con él y no le faltaba de nada", manifestó uno de ellos. Los chavales del barrio imputan la tragedia a los amigos del chico. "No eran macarras o delincuentes, pero son chicos mayores que arman siempre mucha bulla", comentó un chaval.

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