Prohibido hablar ruso

El plan de naturalización de Letonia deja sin ciudadanía a uno de cada tres habitantes

ENVIADA ESPECIALHace seis años, uno podía aterrizar con los ojos vendados en cualquier capital soviética y no distinguir al destaparse si estaba en Minsk, Tbilisi o Moscú. Aquellos edificios mastodónticos que unificaban el paisaje comunista, las gigantescas estatuas de Lenin y las perpetuas hoz y martillo cubrían 22 millones de kilómetros cuadrados de territorio, desde Europa hasta Extremo Oriente y desde el Ártico hasta el Caspio, con una uniformidad pasmosa. Hoy ya no es así. En Letonia, una de las tres repúblicas bálticas de la antigua URSS, se sigue un proceso tan minucioso de desrusificac...

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ENVIADA ESPECIALHace seis años, uno podía aterrizar con los ojos vendados en cualquier capital soviética y no distinguir al destaparse si estaba en Minsk, Tbilisi o Moscú. Aquellos edificios mastodónticos que unificaban el paisaje comunista, las gigantescas estatuas de Lenin y las perpetuas hoz y martillo cubrían 22 millones de kilómetros cuadrados de territorio, desde Europa hasta Extremo Oriente y desde el Ártico hasta el Caspio, con una uniformidad pasmosa. Hoy ya no es así. En Letonia, una de las tres repúblicas bálticas de la antigua URSS, se sigue un proceso tan minucioso de desrusificación -que ellos llaman "naturalización"- que nadie diría a primera vista que por aquí hayan pasa do los rusos. Borradas administrativamente del mapa, 700.000 personas se han quedado sin ciudadanía. Casi uno de cada tres habitantes.

"Es mejor que no hablen en ruso. La gente se puede ofender". Ésta es una de las primeras frases que oímos al llegar a Riga, y la pronunció el director de Información del Ministerio de Exteriores de Letonia, Roberts Stafeckis., Minutos después, a dos empleados del hotel se les iluminó el rostro de alegría al escuchar su idioma, el ruso, en boca de extranjeros. Lo mismo ocurrió con el quiosquero, el camarero, los niños mendigos, y al final, después de varias cervezas, con otro funcionario de Exteriores, que reconoció en voz baja: "Los libros los leo en ruso". En casa, con sus padres, tampoco habla en letón. Ésa es la radiografía de la situación del ruso y de los rusos en Letonia: oficialmente no existen; en la realidad están ahí, agazapados, como un polvorín de descontento. Todos los signos comunistas han desaparecido, el antiguo Comité Central es hoy un business center, el cirílico ha sido borrado del mapa urbano y las minorías sufren un exilio interno que les niega el derecho a votar y a ser elegidos. En su lugar, los grandes carteles de Shell, MacDonald's y la Texaco son los primeros en dar la bienvenida al visitante, y hablan de a otra colonización, la de Occidente.

Para entender todo esto hay que remontarse muy lejos, a 1940, cuando Stalin ocupó los tres Estados bálticos y pulverizó sus idiomas y etnias hasta llegar a amenazar su propia existencia. Unos 160.000 letones -uno de cada ocho- fueron deportados, y 800.000 rusos, bielorrusos y ucranios ocuparon de sobra su lugar. El poder soviético inventó industrias donde no las había, y a costa de trasladar materias primas y trabajadores desde lugares lejanos convirtió a este país de recursos sobre todo madereros y portuarios en un productor de electrodomésticos y otros manufacturados que hoy, cuando importar esas materias es tan caro y absurdo, se ha desvanecido. En el plano étnico, la limpieza fue efectiva. De los 75,5%- de letones que vivían aquí en 1935, para el año 1989 la proporción había descendido a un 52% de los 2,4 millones de habitantes. En Riga son minoría (36%).

Por eso explican y quieren justificar hoy los gobernantes letones una política discriminatoria que no pasa el más mínimo examen de derechos humanos de las organizaciones occidentales que ellos quieren abrazar, empezando por la Unión Europea. ¿Cuál ha sido la cuestión más difícil que ha pasado por el Parlamento letón? Su vicepresidente, Paulis Klavins, no duda al contestar: la ley de naturalización. Ésta se resume así: esos 700.000 miembros de las minorías podrán ir accediendo a la ciudadanía sólo después de exámenes de letón y de historia patria, y en distintos tramos escalonados que culminarán en el 2005. Ésa es la teoría. En la práctica, sólo el 10% de los rusos habla el letón, por lo que es prácticamente inalcanzable. Los hijos que les vayan naciendo en Letonia tampoco son letones. Ni siquiera el presidente del país, Guntis Ulmanis, logró convencer hace un mes a la única Cámara de la necesidad de cambiar esa ley si querían ser europeos, después de haber recibido un nuevo rapapolvo occidental. Ulmanis es líder de una coalición de cinco débiles partidos de centro derecha de escasísima implantación.

"Tenemos miedo. Tenemos miedo a los rusos. Los letones amos cada vez menos y, si los soviéticos hubieran seguido gobernando durante diez años más, abríamos llegado a ser minoría. Da miedo", cuenta Klavins, vicepresidente del parlamento. "Ahora, gracias a esta ley, ya somos 55%".

Lo más curioso es que, de los 124.000 que tenían derecho a aspirar a la ciudadanía en 1996, sólo 5.000 lo ha hecho. Un verdadero fracaso de la ley. Sin quererlo, se ha convertido en un mecanismo de esas minorías para no hacer la mili, no pagar impuestos y escapar a unas obligaciones que consideran más interesantes que el derecho a votar o a poder ser elegido."Aquí el Estado todavía no funciona. Cada uno debe luchar por lo suyo, y la ciudadanía no nos va a solucionar nada". cuenta el empresario Mamédov, un azerí casado con letona. Él, sin ayuda de ningún Estado, ni ciudadanía, ni protección en esta sociedad aún invertebrada, ha conseguido ir levantando de la nada unos negocios que hoy abarcan una cafetería, un aparcamiento público y una tienda de repuestos. Y sabe que no es el Estado con quien tiene que entenderse, y sí los grupos mafiosos que cobran su impuesto revolucionario para garantizar su integridad. Mafias, por cierto, mayoritariamente rusas

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Y si antes preocupaba lo que dijera el Gobierno de Moscú, que tanto ha amenazado con defender a sus rusos discriminados fuera de Rusia, hoy prevalece esta opinión, contada por un directivo de Exteriores: "Si Rusia no puede ni proteger a los rusos de Rusia, ¿cómo va a defender a los rusos que están en Letonia?".

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