Cartas al director

Maniqueismo

Hago pública mi protesta y mi renovada indignación por el tratamiento dado en EL PAÍS al affaire Quintana. Indignación que responde hoy no sólo a la noticia de que ha sido admitida a trámite por un juzgado de guardia una querella contra el mencionado catedrático -acción penal bochornosamente incitada desde la línea editorial de este periódico-, sino también por el artículo de doña Rosa Regás en el que, no contenta con llevar más leña a la pira en la que se inmola en ya no únicamente mediático auto sacramental al otrora oscuro enseñante, extiende el delito a la empresa editora que...

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Hago pública mi protesta y mi renovada indignación por el tratamiento dado en EL PAÍS al affaire Quintana. Indignación que responde hoy no sólo a la noticia de que ha sido admitida a trámite por un juzgado de guardia una querella contra el mencionado catedrático -acción penal bochornosamente incitada desde la línea editorial de este periódico-, sino también por el artículo de doña Rosa Regás en el que, no contenta con llevar más leña a la pira en la que se inmola en ya no únicamente mediático auto sacramental al otrora oscuro enseñante, extiende el delito a la empresa editora que publicó el libro donde se recogen las opiniones del querellado profesor.Quedaré muy agradecido si se me permite al menos invitar desde estas páginas a alguno de vuestros insignes colaboradores, Fernando Savater o Rafael Sánchez Ferlosio, a defender con la gravedad de su inteligencia y la gracia de su pluma no las inicuas opiniones del señor Quintana, sino su derecho fundamental y prioritario a expresarlas, a no ser perseguido como un herético delincuente (por atentado de lesa Constitución, ciencia o corrección política) por los autonombrados Torquemadas del "nuevo Santo Oficio" de la fe imperante, a los que EL PAíS parece dar acogida quizá no por las razones oscuras apuntadas por el injurioso director de El Mundo en el artículo sagazmente reproducido en este diario, pero sí por cierto atávico maniqueísmo de vieja progresía, pues, como dijera el obispo de Hippo -santo patrón de los inquisidores y antiguo maniqueo de los de verdad él mismo-, "¿hay peor muerte para el alma que la libertad de errar?-

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