La guerrilla del sur de Sudán abre un nuevo frente contra el régimen islamista

Fortalecida por el apoyo de Eritrea y Etiopía -según acusa Sudán-, la guerrilla animista y cristiana que combate al régimen islámico-militar sudanés logró abrir ayer un nuevo frente 500 kilómetros al sur de Jartum, donde las fuerzas rebeldes dijeron estar a punto de tomar una estratégica central hidroeléctrica en el Nilo Azul. Informes difundidos por los guerrilleros del Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA) desde- su representación en la capital eritrea, Asmara, aseguraban que tras el avance sobre la población de Maban estaba próxima la captura de la presa de Roseires, que abastece e...

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Fortalecida por el apoyo de Eritrea y Etiopía -según acusa Sudán-, la guerrilla animista y cristiana que combate al régimen islámico-militar sudanés logró abrir ayer un nuevo frente 500 kilómetros al sur de Jartum, donde las fuerzas rebeldes dijeron estar a punto de tomar una estratégica central hidroeléctrica en el Nilo Azul. Informes difundidos por los guerrilleros del Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA) desde- su representación en la capital eritrea, Asmara, aseguraban que tras el avance sobre la población de Maban estaba próxima la captura de la presa de Roseires, que abastece el 80% de la energía eléctrica que, consume la capital sudanesa.

El objetivo del SPLA y sus nuevos aliados de la Alianza Nacional Democrática (AND) es paralizar la capital sudanesa y promover un levantamiento contra el general Omar Al Bachir, instalado en el poder tras un golpe de Estado en junio de 1989. El Gobierno sudanés sostiene que el Ejército etíope ayudó a los rebeldes a capturar Kurmuk y Qeisan, dos localidades sudanesas cercanas a la frontera con Etiopía, en una ofensiva lanzada hace una semana, pero señaló que sus contraataques en las últimas horas han puesto a los invasores en retirada.Con todo, la inquietud de Jartum sigue en aumento ante lo que el Gobierno de Al Bachir describe como "una agresión por parte de Eritrea y Etiopía que busca eliminar la identidad árabe y musulmana de Sudán". Ese objetivo, sostiene el régimen de Jartum, es parte de "una conspiración norteamericano-israelí" para destruir el Estado islámico, desmembrar el país e imponer un control indirecto sobre las aguas del Nilo.

La preocupación sudanesa quedó ilustrada la semana pasada con la visita por sorpresa del vicepresidente Zubeir Mohamed Salé a Egipto, donde, según la prensa cairota, pidió al presidente Hosni Mubarak apoyo político y militar para repeler a los rebeldes. El viaje, que consiguió momentáneamente reanudar las relaciones egipcio-sudanesas -gravemente afectadas por las acusaciones de complicidad de Jartum en el intento de asesinato contra Mubarak en Addis Abeba hace dos años ha sido interpretado como el primer paso de una campaña diplomática para obtener el máximo apoyo árabe al Gobierno de Al Bachir. Sin embargo, hasta el momento sólo Irak y Jordania se han pronunciado en favor de Sudán. El presidente de Egipto aclaró ayer que su país no intervendrá "porque se trata de un asunto interno sudanés".

Etiopía y Eritrea rechazan tajantemente las acusaciones sobre su participación en un esquema supuestamente financiado por la CIA norteamericana para derrocar a Al Bachir y niegan haber enviado sus tropas en misiones de apoyo al SPLA de George Garang. Pero los ataques contra objetivos sudaneses desde las fronteras de esos países alimentan la convicción sudanesa de que etíopes y eritreos están promoviendo la secesión animista en el sur de Sudán.

A lo largo de los 14 años de guerra civil en Sudán, las fuerzas musulmanas del norte y las animistas y cristianas del sur han estado implicadas en las hostilidades, con la ocasional participación indirecta de Uganda y Kenia. En el conflicto que sacude a la nación más extensa de África han muerto más de un millón de personas y ha quedado destrozada gran parte de la infraestructura básica del llamado gigante pobre del continente.

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