Tribuna:

La vida nueva

En su formidable obra La conciencia de Zeno, Italo Svevo se pasa el libro entero lamentándose de su incapacidad para dejar de fumar. Relatando sus cincuenta y tantos años de vida, recuerda que se decía: "L'ultima sigaretta", y al poco encendía un cigarrillo más. Sus biógrafos cuentan que pidió un pitillo en su lecho de muerte asegurando, esta vez sin posible engaño: "L'ultima sigaretta".El psicoanálisis que Svevo se aplica a lo largo de las trescientas y pico páginas de La conciencia... desprende una culpa tan intensa que acentuó su impotencia contra la adicción.

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En su formidable obra La conciencia de Zeno, Italo Svevo se pasa el libro entero lamentándose de su incapacidad para dejar de fumar. Relatando sus cincuenta y tantos años de vida, recuerda que se decía: "L'ultima sigaretta", y al poco encendía un cigarrillo más. Sus biógrafos cuentan que pidió un pitillo en su lecho de muerte asegurando, esta vez sin posible engaño: "L'ultima sigaretta".El psicoanálisis que Svevo se aplica a lo largo de las trescientas y pico páginas de La conciencia... desprende una culpa tan intensa que acentuó su impotencia contra la adicción.

Ahora, los científicos explican con detalle que unos somos más propensos que otros al tabaco y que es el cerebro con el que cargamos cada uno el que determina, aparte de los jugos enzimáticos y otras sustancias, nuestra mayor o menor inclinación. Aparte de la voluntad o el mucho coraje, para ciertas gentes, en suma, es más fácil que para otras no fumar o dejar de hacerlo.

Algunos, además, han vivido escenas y hábitos familiares relacionados con el tabaco. Un padre odioso que fuma induce a rechazar el cigarrillo, pero un padre al que amamos se afianza en la personalidad con la figura entera. Por nosotros, fumadores, el padre pervive fumando; o, por medio del tabaco, el padre sigue honrado en la intoxicación.

Suspender el sentimiento de deuda y de culpabilidad sería, con todo, el primer paso para dejar de fumar. Creerse culpable desequilibra mucho, y el cigarrillo se enciende como un lenitivo para recobrar la serenidad. Pero nos la devuelve y acentúa, con su culpa renovada, el mismo circuito de la desazón.

Aunque las amenazas de muerte no suelen dar grandes resultados, los renovados datos sobre los perjuicios del tabaco son ya bastante aterradores.

Según un estudio publicado recientemente, al tabaco se le considera el primer responsable de las enfermedades que causan la muerte en España. Y no son tan sólo cifras: en estos días un compañero nuestro, periodista popular y acérrimo defensor del pitillo en debates de televisión, se encuentra hospitalizado para salvar los pulmones.

Cerca de 50.000 españoles mueren cada año por los estragos de fumar, y en toda Europa los fallecidos ascienden a 600.000. Nadie puede creer seriamente en ser inmortal, pero a medida que se cumplen años valen más los años que queden, y el 58% de los fumadores no pasa de los 72 años. La diferencia de calidad de vida con o sin tabaco es, por añadidura, incomparable, se trate de las fuerzas físicas o del aspecto físico, de la lucidez o del buen humor.

Me refiero a estas cuestiones porque también, de otra parte, hay noticias recientes para ayudarse a dejar la dependencia mediante un antidepresivo llamado genéricamente weIlbutrin.

La depresión induce a fumar, pero el tabaco acentúa la depresión. Hay épocas de ansiedad en las que uno no parece que pueda hacer otra cosa sino fumar, pero siempre se acaba sumando a la ansiedad otras penitencias.

No es, por tanto, remedio consumir cigarrillos sin cesar y justificarlo en la autocompasión. Favorecer la piedad sobre uno reincide en mayor depresión y todo comienza de nuevo. La relación con el tabaco constituye una compleja cosmología que implica a la personalidad, y de ahí también que cuando alguien logra dejar de fumar sienta que no sólo ha ganado salud sino la sorpresa de ser otro. Lo que no es poca cosa. Porque ¿quién no ha deseado probar la experiencia de descansar de sí mismo y convertirse en otra opción alguna vez?

Los propósitos de vida nueva en la inauguración de un año nuevo ofrecen de este modo una ocasión particular para más de la tercera parte de los españoles que todavía siguen fumando.

No se trataría sólo de probar con un nuevo plan moral o medicinal para proteger esta vida. La mayor atracción de abandonar el tabaco radica en la excitación de probar con otra vida.

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