Tribuna:

La apoteosis de lo neutro

La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) es el principal tanque de pensamiento del Partido Popular. Durante los largos años en que este partido permaneció en la oposición, la FAES se dedicó, con mucha dignidad, a poner al día una parte de la ideología que los conservadores españoles han necesitado para llegar al Gobierno. Así lo reconoce su presidente -y jefe del Gobierno-, José María Aznar, en la presentación de su última memoria: "Aunque el trabajo de la fundación no es directamente político, sino de reflexión, de estudio, de documentación y de análisis de las alte...

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La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) es el principal tanque de pensamiento del Partido Popular. Durante los largos años en que este partido permaneció en la oposición, la FAES se dedicó, con mucha dignidad, a poner al día una parte de la ideología que los conservadores españoles han necesitado para llegar al Gobierno. Así lo reconoce su presidente -y jefe del Gobierno-, José María Aznar, en la presentación de su última memoria: "Aunque el trabajo de la fundación no es directamente político, sino de reflexión, de estudio, de documentación y de análisis de las alternativas en el plano teórico, no cabe duda de que, a través de sus sesiones de estudio y discusión, se han puesto a punto muchas de las informaciones y doctrinas necesarias con las que el PP ganó las elecciones".La FAES no es la única fundación vinculada a la derecha española, pero sí la más significativa. De tendencia y estética ultraliberal, de sus filas se han nutrido ministros (Esperanza Aguirre), secretarios de Estado o subsecretarios (Miguel Ángel Cortés, Eugenio Nasarre, José María Michavilla), directores generales (Fernando R. Lafuente), presidentes de empresas públicas o de organismos públicos (Juan Villalonga, Miguel Blesa Juan Fernández-Armesto), parte del aparato de La Moncloa (Alfredo Timermans o Gabriel Elorriaga), la directora del Centro de Investigaciones Sociológicas (Pilar del Castillo), personas muy relacionadas con los poderes económicos (Manuel Pizarro, Juan Hoyos, Aldo Olcese, Fernando Becker) o algunos de los teóricos más notables del liberalismo económico (Pedro Schwartz, Francisco Cabrillo, Rafael Termes, Henry Lepage, Jesús Huerta de Soto, Alejo Vidal-Cuadras), etcétera. Además de producir la ideología de la derecha democrática, la FAES ha sido un lobby de primera importancia a la hora de reclutar a la nueva clase dirigente.

Uno de los asuntos más paradójicos de los últimos lustros en España es que, mientras la izquierda se hizo pragmática y coyunturalista, la derecha se ha ideologizado, transmutándose los papeles habituales de una izquierda que piensa y una derecha que administra. La FAES es el paradigma de los nuevos tiempos. El último documento que ha producido la FAES se titula La apoteosis de lo neutro (Papeles de la Fundación, número 36), y sus autores son Fernando R. Lafuente, director general del Libro, e Ignacio Sánchez-Cámara, a cargo de una Cátedra de Filosofía del Derecho, Moral y Política. Ambos, intelectuales de reconocido prestigio, tienen en común haber sido investigadores del Instituto Universitario Ortega y Gasset, colaboradores de Nueva Revista (una publicación cuyo consejo editorial coincide en buena parte con las personas de FAES) y de Abc.

Lafuente y Sánchez-Cámara han elaborado un sugestivo trabajo sobre el movimiento de lo politically correct en Estados Unidos, al que definen como "la perversa culminación del proceso de discriminación positiva, comenzado en los años sesenta y cuyo objetivo no era otro sino el de facilitar el acceso a un puesto laboral o a una plaza académica a las minorías raciales norteamericanas, preferentemente los negros ( ... ) Hoy, la nueva guerra cultural en Estados Unidos se centra en los postulados de la corrección política: una nueva forma de limitar la libertad de expresión por mor de una drástica corrección lingüística ( ... ), ya ha sonado la hora del crepúsculo respecto a la discriminación positiva, pues los años de aplicación han demostrado que la contratación obligatoria de individuos de inferior preparación, mediante un obtuso sistema de cuotas, sólo por el hecho de pertenecer a una minoría, ha resultado un fiasco igualitario y un elemento perturbador que pone en grave riesgo la convivencia interracial ( ... )".

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Son tantos -y a veces tan ridículos- los abusos que citan los autores de la corrección política y del multiculturalismo que es difícil no estar de acuerdo con ellos, aunque, como ha escrito Victoria Camps, por poner un contraejemplo que explique el inicio de este movimiento, "la discriminación positiva no nos gusta, en realidad, a las mujeres. Preferiríamos acceder a los cargos y puestos de trabajo por lo que somos o sabemos. Pero como eso no suele ocurrir, ha habido que tomar una medida avalada incluso por teóricos eminentes de la justicia, como John Rasos. Una sociedad justa, dice el filósofo, debe distribuir los bienes básicos desigualmente: favoreciendo a los que se encuentran en situaciones más desfavorecidas".

Pero el opúsculo en cuestión ha aparecido ahora en España, y en nuestro país la lectura que se debe hacer es muy distinta; lo políticamente correcto aquí es otro fenómeno, no la discriminación positiva o el multiculturalismo, que son prácticamente inexistentes. Para los autores, que teorizan con generalidad, "el núcleo ideológico de la corrección política sería, en nuestra opinión, el siguiente: cualquier defensa (no inmediatamente matizada) de la sociedad de libre mercado, la competencia, la excelencia y el orden de valores no es correcta políticamente. Para la corrección política, toda superioridad es social, y, por ello, injusta, fruto del privilegio, no del mérito. Toda superioridad o excelencia es explotación o robo, y lo robado y explotado tiene que ser restaurado y recuperado por las víctimas ( ... )".Es decir, según esta tesis, lo políticamente correcto se confronta con el liberalismo (económico). Aquí es donde los autores, a mi parecer, dan un salto en el vacío inexplicable. La situación en España (y en Europa) es la contraria: lo políticamente correcto son los valores del liberalismo económico, que se manifiestan en lo cotidiano como pensamiento único y hegemónico en universidades, gobiernos, sociedades de estudio, medios de comunicación y organismos internacionales. El discurso dominante es el que afirma que el mercado lo resuelve todo del mejor modo posible; que las privatizaciones son la solución; que achicar el Estado es ampliar la civilización; que hay que agrandar la tarta y sólo luego repartirla; que la soberanía política pertenece al pasado y es irremediable la dominación de los mercados financieros; que lo económico prima sobre lo político, etcétera.

Modernización, competitividad, Estado mínimo, mundialización, contracción de lo público, mercado, desregulación, individuo, sociedad civil, eficacia. Éstos son los conceptos de lo políticamente correcto aquí y ahora, y quienes intentan matizarlos elaborando un discurso alternativo en cuanto a las prioridades (ya que nadie defiende una imposible abolición del mercado) son desplazados o marginados de su comunidad científica y profesional.

Sí, "los políticamente correctos son los nuevos inquisidores", pero sus protagonistas no están en el terreno que trazan Lafuente y Sánchez-Cámara. Es verdad, "la corrección política constituye la culminación estratégica de un proceso; el asalto a la razón y a los valores ilustrados", pero los culpables no forman parte del imaginario colectivo que recrean los autores de este trabajo, y al que mencionan permanentemente: "Cementerio de ideas en el que la izquierda radical ha convertido las aulas"; "Los llamamientos a la censura también provienen de la izquierda"; "En realidad, se trataría de algo muy semejante a un pulcro lavado de cerebro correcto impuesto desde las escuelas públicas"; "Este nuevo macartismo de izquierdas"; "Los retoños del añejo progresismo de los años sesenta se dan la mano con los padres fundadores del pensamiento reaccionario"; "El marxismo ha renacido de sus cenizas bajo la forma de multiculturalismo"; "El radicalismo político izquierdista y el politicismo, la tendencia - a que la política lo invada todo, y especialmente el ámbito de la cultura, se alienta bajo la corrección política".Afirmar que, en los albores del nuevo milenio, el fantasma de la corrección política está a la izquierda de la sociedad es dar -sin ánimo de faltar- gato por liebre. Con este texto, sus autores han producido ideología pura, pero como representación falsa de la realidad. La apoteosis de lo neutro, la fiesta del eufemismo, se encuentra, en nuestros tiempos, en el pensamiento único, no en la discriminación positiva.

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