Editorial:

Profesional y moderno

EL MINISTRO de Defensa, Eduardo Serra, presentó ayer al Parlamento un primer informe sobre la profesionalización de las Fuerzas Armadas, con la vista puesta en el año 2003, con base en el cual se puede iniciar la búsqueda del amplio consenso político sobre el que ha de reposar decisión de tal magnitud. En España está pendiente un amplio debate sobre unas Fuerzas Armadas que gastarán unos 870.000 millones de pesetas en 1997, pero que encuentran serias dificultades a la hora de enviar a más de 2.000 soldados simultáneamente en misiones internacionales.Si el deseo de pasar página al servicio mili...

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EL MINISTRO de Defensa, Eduardo Serra, presentó ayer al Parlamento un primer informe sobre la profesionalización de las Fuerzas Armadas, con la vista puesta en el año 2003, con base en el cual se puede iniciar la búsqueda del amplio consenso político sobre el que ha de reposar decisión de tal magnitud. En España está pendiente un amplio debate sobre unas Fuerzas Armadas que gastarán unos 870.000 millones de pesetas en 1997, pero que encuentran serias dificultades a la hora de enviar a más de 2.000 soldados simultáneamente en misiones internacionales.Si el deseo de pasar página al servicio militar obligatorio se ha instalado firmemente en la sociedad española, las nuevas misiones para nuestros ejércitos -como las de paz en la antigua Yugoslavia-, los nuevos armamentos y un entorno europeo en el que predomina ya el modelo profesional vienen a reforzar este sentir general. Hay que debatir a fondo qué parámetros generales tendrá el nuevo modelo de Ejército: qué efectivos, qué tipo y cantidad de medios materiales, qué estructura de personal. Serra ha mencionado unas Fuerzas Armadas de entre 150.000 y 180.000 hombres y mujeres, una tercera parte de ellos mandos, frente a los 215.000 en la actualídad. Es decir, que mantiene, básicamente, los objetivos de fuerza vigentes para el modelo mixto. Es necesario aclarar por qué propone estas cifras, y no otras inferiores y más abordables desde el punto de vista presupuestario. Sólo entonces podrá calibrarse de verdad el coste de esta profesionalización, que inevitablemente debe ir de la mano de una modernización de los medios materiales de las Fuerzas Armadas.

Una profesionalización del ejército implica nuevas e ineludibles inversiones en medios materiales, y éstos, a su vez, facilitan la reducción de los efectivos y obligan a una mayor especialización, y por tanto profesionalización, por parte de quienes los manejan. La profesionalización sin modernización resultaría más barata -entre 80.000 y 190.000 millones de pesetas suplementarias al año-, pero inútil. La modernización con profesionafización resultaría más costosa, pero respondería más a las necesidades y al sentir social. El ministro, viendo en la profesionalización una oportunidad para la modernización, ha mezclado ambos conceptos, con un coste de entre 200.000 y 700.000 millones de pesetas anuales suplementarias, a todas luces excesivo.

Si resulta correcto el objetivo de unos ejércitos profesionales, el momento no resulta el más adecuado, cuando existen serias restricciones presupuestarias en relación con la unión monetaria europea. Por otra parte, el precipitado anuncio Por parte del Gobierno de su intención está provocando un comprensible aumento de la objeción de conciencia. Hoy por hoy, la postura de los españoles hacia sus Fuerzas Armadas puede parecer contradictoria, pero es clara: quieren unas Fuerzas Armadas mejores y totalmente profesionales. Pero las quieren al mismo precio. Antes de pedir a los españoles que paguen más impuestos para financiar este nuevo modelo, habrá que convencerles con datos fidedignos en la mano de que es absolutamente necesario.

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