Un millar de personas despiden en San Millán a las víctimas del Francés

Un millar de personas asistieron ayer al funeral que el arzobispo de Burgos, Santiago Martínez Acebes, ofició en la localidad burgalesa de San Millán de Lara por los restos mortales de seis vecinos de este pequeño pueblo. Los fallecidos fueron asesinados el miércoles por Juan Medina Gordillo, El Francés, vecino de adopción de San Millán, quien después del séxtuple crimen se quitó la vida. La Consejería de Presidencia de la Junta de Castilla y León corrió con los gastos del entierro de los seis burgaleses.

A las dos de la tarde llegaban al pueblo -habitado por apenas una veintena de veci...

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Un millar de personas asistieron ayer al funeral que el arzobispo de Burgos, Santiago Martínez Acebes, ofició en la localidad burgalesa de San Millán de Lara por los restos mortales de seis vecinos de este pequeño pueblo. Los fallecidos fueron asesinados el miércoles por Juan Medina Gordillo, El Francés, vecino de adopción de San Millán, quien después del séxtuple crimen se quitó la vida. La Consejería de Presidencia de la Junta de Castilla y León corrió con los gastos del entierro de los seis burgaleses.

A las dos de la tarde llegaban al pueblo -habitado por apenas una veintena de vecinos- los seis coches fúnebres con los res tos mortales de Antonia de la Torre Andrés, de 90 años; Ángela Porras de la Torre, de 60 e hija de Antonia; Juliana Juez Juez, de 49; y de tres de los hijos de esta última: María del Carmen Delgado Juez, de 22; Antonio, de 19, y Rosa, de 15. Los seis coches mortuorios (cuatro Volvo, un Mercedes y un Peugeot), todos de color verde Guardia Civil, llevaron los féretros hacia la escuela, junto a la iglesia, en la parte baja de la localidad, donde se instaló la capilla ardiente.En el momento en que llegaban los cadáveres, Amancio Delgado, esposo y padre de cuatro de los asesinados, salía de una de las casas con dirección a la escuela, acompañado por un hombre y una mujer de unos 60 años. "Esta herida no se cura nunca", le decía Amancio a la mujer. "Si hubiese sido uno... Pero tantos". Ante la serenidad que mostraba, un vecino comentó: "Este hombre aún no sabe lo que le ha pasado; ya pueden estar pendientes de él los próximos días".

Cuando Amancio llegó a la escuela, los empleados de la funeraria estaban bajando los cadáveres de los vehículos y colocándolos en la escuela por orden de edad. Poco a poco fueron llegando a la escuela los familiares y allegados de las víctimas, entre los que se encontraba Inocencia Porras, esposa del asesino. Inocencia, que trabaja en París, se desplazó a su pueblo natal para asistir al entierro de su madre y de una de sus hermanas. Juan Medina, cuyo cadáver permanece en el depósito de cadáveres a la espera de que alguien lo reclame, estaba separado de hecho de Inocencia y el hijo de ambos desde hace 15 años.

A las 15.30 los féretros fueron llevados a la iglesia donde el arzobipo de Burgos ofició los funerales. "He querido venir", dijo en una corta homilía, "para traeros el consuelo y la oración de toda la diócesis en este día tan triste para la historia de San Millán". Ya en el cementerio, tras un responso dirigido por el párroco de San Millán, Ángel Santillana, fueron sepultados en dos fosas: en una, los tres hermanos y su madre; en la otra, Antonia y Ángela.

Las paladas de tierra, cantos religiosos, decenas de coronas y ramos de flores con que fueron cubiertas las tumbas y los pésames cerraron minutos antes de las cinco el trágico suceso que ha llamado la atención de los medios de comunicación hacia esta sufrida gente de la serranía de la Demanda.

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