Tribuna:

Samba

Roberto Carlos se cuela por la banda izquierda y roza con el esférico a un minino triste y azul que andaba por allí. Y como los madrileños son gatos, todo el mundo es puro miau, meloso y sensual. Pitos, flautas, tambores, caderazas, nalgas gloriosas, balanceo, regates de arabesco, mira qué cosa tan linda, tiros a puerta, arte, clamor y samba. Lo brasileiro vuelve con fuerza arrolladora. Músicos y futbolistas están imprimiendo a la ciudad y a todo el Estado una brisa sambera reconfortante. Vinizius de Morâes sobrevuela; Pelé avanza.Todo el mundo sabe ya en Madrid que cuando uno está triste y az...

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Roberto Carlos se cuela por la banda izquierda y roza con el esférico a un minino triste y azul que andaba por allí. Y como los madrileños son gatos, todo el mundo es puro miau, meloso y sensual. Pitos, flautas, tambores, caderazas, nalgas gloriosas, balanceo, regates de arabesco, mira qué cosa tan linda, tiros a puerta, arte, clamor y samba. Lo brasileiro vuelve con fuerza arrolladora. Músicos y futbolistas están imprimiendo a la ciudad y a todo el Estado una brisa sambera reconfortante. Vinizius de Morâes sobrevuela; Pelé avanza.Todo el mundo sabe ya en Madrid que cuando uno está triste y azul lo mejor que puede hacer es ponerse a meter goles bailando la samba y maullando por los tejados. Colchoneros y merengues están de bossa nova. El chico que imitaba a Roberto Carlos, último libro de Martín Casariego, va a resultar una profecía en los próximos años.La magia carioca lleva muchos años infiltrada en una sala muy céntrica de Madrid, Oba Oba (calle de Jacometrezo). Continúa siendo el más importante mentidero brasileño de la capital. Músicos, escritores, artistas varios, noctámbulos recalcitrantes, futbolistas de incógnito, mulatazas y admiradores de talante tropical tienen allí su cuartel de las madrugadas. Si usted quiere estar al tanto de lo que se cuece en los estadios y en las discográficas, déjese caer al rayar el alba.

La influencia de la samba está haciendo estragos desternillantes en el humor madrileño. Dichos con acento portugués, algunos chistes son mucho más estimulantes, más mimosos. Y los piropos se convierten en espectáculo.

Monchito, madrileño fetén, pintor y pinturero, es mucho más que un contador de chistes: él los inventa. Observarle lanzar piropos hablando en brasileño es de retortijones. Se acerca a una desconocida y suelta: "Me tienes carioca, amor". "¿Cómo dices?", contesta la aludida. Él responde: "No tienes perdón de Dios, esquiva". Y ella, perpleja: "¿Por qué? Y él, aterciopelado: "Porque tu cuerpo es un pecado". Aunque parezca increíble, a veces mete gol.

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