Reportaje:EXCURSIONES: EL 'ELÉCTRICO' DEL GUADARRAMA

Otro tren de vida

Un paseo por la vía de Cercedilla a Navacerrada permite revivir la epopeya de los pioneros serranos

El 12 de julio de 1923, al frisar las siete de la tarde, un aullido que no era de este mundo resonó en el cóncavo de Siete Picos y, antes de que los pastores hubieran acabado de santiguarse, se hizo tren en el puerto de Navacerrada. Gracias a las revistas ilustradas de la época, podemos hoy reconstruir el minuto surrealista en que don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, el obispo de Madrid-Alcalá, el ministro de Fomento, el gobernador civil de Madrid, el director de Agricultura y otras autoridades se apearon en mitad de la nada y pues no había dónde brindar por la inauguración del ferrocarri...

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El 12 de julio de 1923, al frisar las siete de la tarde, un aullido que no era de este mundo resonó en el cóncavo de Siete Picos y, antes de que los pastores hubieran acabado de santiguarse, se hizo tren en el puerto de Navacerrada. Gracias a las revistas ilustradas de la época, podemos hoy reconstruir el minuto surrealista en que don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, el obispo de Madrid-Alcalá, el ministro de Fomento, el gobernador civil de Madrid, el director de Agricultura y otras autoridades se apearon en mitad de la nada y pues no había dónde brindar por la inauguración del ferrocarril, encendieron unos pitillos -el rey fumaba asaz- y se fueron.Tres cuartos de siglo después -pronto se cumplirá el 75º aniversario-, el puerto de Navacerrada no lo reconoce ni la madre que lo parió, pero el tren de vía estrecha proyectado por el ingeniero don José de Aguinaga y Kéller sigue siendo, en sustancia, el mismo armatoste entrañable que aullaba a 30 kilómetros por hora en las tardes de lobos de la sierra. En tiempos de AVE y Eurostar, el eléctrico -como lo conocen todos los amantes del Guadarrama- mantiene viva la épica del ferrocarril, la épica también de aquellas jornadas serranas que empezaban de gran mañana en Cercedilla y terminaban, si es que terminaban, como el rosario de la aurora.

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Lean, si no, el escrito dirigido por don Antonio de Luna García, presidente del Patronato del Puerto de Navacerrada, al ministro de Obras Públicas en abril de 1951, porque es de toma pan y moja: "Si el ferrocarril eléctrico contase con un quitanieves se evitarían las interrupciones de tráfico hoy por desgracia tan frecuentes, el dejar a los viajeros a seis o siete kilómetros del final del trayecto de noche y en plena borrasca, y espectáculos que tanto dañan al deporte y al turismo y permiten establecer comparaciones vejatorias para nuestro país..., como los ocurridos a primeros del pasado mes al ex rey Humberto de Italia y a la actriz internacional Anna-Bella, que tuvieron que ser bajados a Cercedilla en trineo improvisado con cajones de pescado, o a la marquesa de Villaverde el sábado 10 de febrero, en que el tren de las once de la mañana arrancó a las cuatro de la tarde y llegó al puerto tras mil penalidades a las siete, teniendo que dejar en la estación intermedia de Siete Picos a otro tren de oficiales del Ejército que se dirigían a los cursos de esquí, y en la estación de Cercedilla al resto de dichos oficios y a 100 viajeros que, después de aguardar pacientemente y ateridos a la llegada del único coche motor útil desde las cuatro de la tarde a las diez de la noche, hora en que se incendió el cuadro de comunicaciones de la estación de Cercedilla por contacto de la línea telefónica con la de alta por una falsa maniobra del motor que descendía del puerto, sólo pudieron regresar a Madrid a las doce de la noche". Alucinante, ¿no?

Para revivir aquellos días agridulces, de unidad de destino en la incertidumbre y vías de tortuoso desarrollo, el excursionista deberá salir de Cercedilla por la calle de Manuel González de Amezúa, cuya prolongación le conducirá, por camino de tierra, hasta el embalse de Navalmedio. Junto a la presa nace la pista forestal por la que habrá de remontar el río homónimo, cambiando de margen en tres ocasiones, para finalmente trepar por la derecha -izquierda según se sube- hasta su confluencia con el regajo del Puerto. A partir de aquí, el caminante atrochará por entre el pinar tomando la máxima pendiente: a un kilómetro escaso, ladera arriba, pasa la vía.

Desde el kilómetro 8,500 del tendido, al que habrá salido el excursionista, apenas le restarán tres para arribar a Navacerrada siguiendo el camino de hierro. (El trazado original, de poco más de 11 kilómetros, fue prolongado hasta Cotos en 1964, sumando un total de 18). Y si el día es de nieves, como parece que se avecinan, dos venerables edificios de la estación le darán cobijo: la capilla o Casa Ochoa. Oración o caldo de cocido, eso va en gustos.

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