Editorial:

Dos modelos

EL CANCILLER Kohl está inponiendo profundas reformas en el sistema económico y social de Alemania. Chirac y Juppé aplazan mientras tanto en Francia los verdaderos ' cambios, a la espera de salir del bache económico por el que atraviesa ese país. La divergencia es notable. Más aún ante la perspectiva de que en ambos países se celebrarán en 1998 elecciones legislativas. Kohl quiere llegar a ellas con las medidas más impopulares a sus espaldas y la decisión sobre la moneda única europea tomada.Al superar en la Cámara baja el bloqueo que imponía en el Senado la oposición, Kohl logró la semana pasa...

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EL CANCILLER Kohl está inponiendo profundas reformas en el sistema económico y social de Alemania. Chirac y Juppé aplazan mientras tanto en Francia los verdaderos ' cambios, a la espera de salir del bache económico por el que atraviesa ese país. La divergencia es notable. Más aún ante la perspectiva de que en ambos países se celebrarán en 1998 elecciones legislativas. Kohl quiere llegar a ellas con las medidas más impopulares a sus espaldas y la decisión sobre la moneda única europea tomada.Al superar en la Cámara baja el bloqueo que imponía en el Senado la oposición, Kohl logró la semana pasada que se aprobaran importantes modificaciones en el sistema de prestaciones sociales: reducción en las bajas por enfermedad, mayores facilidades de despido en las pequeñas empresas y recortes en las pensiones. La semana próxima debería aprobarse un primer asalto contra la estabilidad laboral de los funcionarios -si bien para los nuevos, y no con carácter retroactivo- y en general de los empleados públicos. Aunque el gasto por un desempleo creciente fuerce otros recortes, y pese a que su plan ha perdido algunas plumas en la refriega parlamentaria, el Gobierno espera lograr una reducción de un 2,5% en el gasto público (equivalente a cerca de seis billones de pesetas) en 1997. Y, a pesar de las manifestaciones callejeras, el diálogo con los sindicatos se mantiene.

El Gobierno francés, también conservador, ha optado por otra vía más indirecta, y muestra una menor capacidad de liderazgo político. El proyecto de presupuesto para 1997 supone una congelación del gasto público y un recorte de sólo 4.000 millones de francos (100.000 millones de pesetas) en el déficit. Básicamente, baja el impuesto sobre la renta y reduce su progresividad, pero suben las tasas sobre el alcohol y el tabaco, además de algunas cotizaciones sociales. Los funcionarios verán descongelados sus sueldos, pero se reducirá su número.

Si el Gobierno francés logra cuadrar el círculo y cumple el objetivo de déficit marcado por el Tratado de Maastrich, será gracias a varios artificios contables: por ejemplo, France Telécom transferirá sus casi 100.000 millones de pesetas de fondos de pensiones al Estado antes de su privatización en 1997, y éste asumirá las pensiones de los trabajadores de la telefónica francesa. Pero sólo valdrá esta vez, con lo que la corrección de los desajustes estructurales en las cuentas del Estado francés queda aplazada. Aun así, Francia -a pesar de haber despertado ciertos recelos en Alemania por estas medidas - asegura que mantiene el rumbo hacia el euro, proyecto por el que ya están haciendo grandes sacrificios.

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Aunque en términos de protección social Alemania está muy por encima -incluso con los recortes- de España, el ejemplo alemán resulta más instructivo para España que el francés. De poco vale aplazar los problemas con trucos contables o con ingresos atípicos como los procedentes de privatizaciones, que no se podrán repetir en futuros ejercicios.

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