Tribuna:

Dali, Lorca, Matas y 'la calle del pecado',

Se oye el mar, se escucha el mar, se bebe el mar, se saborea el rissoto de pimientos y cigalas y a renglón seguido se va uno al infierno, como debe ser; esto es: cada cual puede seguir soñando mientras el Mare Nostrum le hace cosquillas en los pies para que sufra porque el goce es insaciable, incluso en este primer restaurante donde hemos asentado, en el Picnic, donde se picotea todo por 3.000 pesetas y menos. Estamos dando cuenta del acontecer, no hace más de cinco días, en Sitges -: en la fogata de sus fiestas de la vendimia-, la que en tiempos del comercio de la época romana la llamaron Bla...

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Se oye el mar, se escucha el mar, se bebe el mar, se saborea el rissoto de pimientos y cigalas y a renglón seguido se va uno al infierno, como debe ser; esto es: cada cual puede seguir soñando mientras el Mare Nostrum le hace cosquillas en los pies para que sufra porque el goce es insaciable, incluso en este primer restaurante donde hemos asentado, en el Picnic, donde se picotea todo por 3.000 pesetas y menos. Estamos dando cuenta del acontecer, no hace más de cinco días, en Sitges -: en la fogata de sus fiestas de la vendimia-, la que en tiempos del comercio de la época romana la llamaron Blanca Subur.Ahora justamente, los hermanos Matas le han alquilado el nombre a la historia y, en el corazón de la villa, siempre mirando al Mediterráneo, han plantado dos hoteles propios del lugar, llamados Subur (8.000 pesetas) y Subur Maritim (12.000/14.000 pesetas); el Maritim es como una huerta de rincones medio sublimes, un tanto místicos, donde no es posible vivir, sino soñar, y, para descansar, comer en el jardín o en el interior por menos de 4.000 pesetas, incluso degustando un Jean León o un Gran Coronas Torres de las viñas linderas. Y en este pueblo alumbrado por el mar y por la cal de los cobijos de lujo -donde veranea el mundo y donde los catalanes, de dos zancadas, no perdonan ni un fin de semana- los mismos Matas han inventado el Sport Bar Sitges, que es el enredo, el bullicio, el espacio y la sofisticación dados de alta para que vivan los demás a precio de saldo: comida mexicana, italiana, ensaladas, entrantes, comida española, postres, cafés y todo lo que a cada ciudadano le sensibilice, y, además, en un decorado de teatro tal: motos históricas, coches de carreras más históricos, medallas olímpicas, y todo visible desde alturas variables y para que uno se crea que está picoteando o comiendo, y que está en el cine.

Dalí y Lorca, durante los años locos, allá por los treinta y pico, dicen los que los vieron que lo pasaron bomba refregándose por la calle más abigarrada y estética y antiestética y, sin duda, surrealista de Sitges: la calle del 2 de Mayo, conocida por el universo como la calle del pecado, que va a dar al paseo Marítimo sembrado de seis filas de palmeras que se alimentan del Mare Nostrum de toda la eternidad. La calle del pecado es paseo largo pero escueto, orillado por bares y bares, y restaurantes, y hombres ancianos y mujeres de todo trapío, niños, señoritas que saben perfumarse..., todo vive en esta calle, emblema épico y humano de Sitges, por donde también burbujean los gay estilo Proust del mundo.

Para reponerse de tanto vivir, no hay más que llegar a donde siempre se llega en Sitges: al mar. Y a derecha e izquierda, en el mismo paseo del Mar, tiene las puertas abiertas una estrella blanca en forma de restaurante, Mare Nostrum, y El Velero; siempre, aquí, se comen todos los pescados a pie de marea alta o de marea baja. Y no hay que arruinarse: con poco más de 3.500 pesetas puede volver uno a la orilla del mar o puede el inquilino de la villa acomodarse en el más grandioso hotel, Meliá Gran Sitges, enorme, pero floreado y replanteado con el arte y con el gusto que le ha dejado la historia a este lugar como herencia de los dioses.

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