Editorial:

20 años de Diada

HACE 20 años la ciudad de Sant Boi de Llobregat albergó la primera manifestación masiva y tolerada de la oposición democrática con motivo de la Diada Nacional de Cataluña. La centralidad política de aquella celebración no fue fruto del capricho, ni lo es ahora, cuando se llega al 20º aniversario. La fiesta -que recuerda la resistencia de los barceloneses de 1714 frente al poder centralista- señala un eje decisivo en la articulación de la vida política catalana de los últimos años: la combinación entre el autogobierno y la participación de Cataluña en el proyecto político de todos los españoles...

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HACE 20 años la ciudad de Sant Boi de Llobregat albergó la primera manifestación masiva y tolerada de la oposición democrática con motivo de la Diada Nacional de Cataluña. La centralidad política de aquella celebración no fue fruto del capricho, ni lo es ahora, cuando se llega al 20º aniversario. La fiesta -que recuerda la resistencia de los barceloneses de 1714 frente al poder centralista- señala un eje decisivo en la articulación de la vida política catalana de los últimos años: la combinación entre el autogobierno y la participación de Cataluña en el proyecto político de todos los españoles. No es ocioso recordar que los catalanes de 1714 no combatían por una Cataluña separada, sino por una dinastía y un proyecto político distintos pero hispánicos. La Diada de este año ha dejado en la cuneta de la celebración histórica a dos partidos situados, respecto al catalanismo, en sus alas extremas. Esquerra Republicana no ha querido participar sin incluir la autodeterminación en el frontispicio del acto. El Partido Popular, aliado de Pujol en el Parlamento español, exigía la presencia de un orador suyo, rompiendo así el planteamiento historicista y no partidista de la celebración. Uno y otro partido se excluyeron de la celebración conjunta, más por sus problemas internos que por otra cosa. Pero los rifirrafes de la Diada de ayer son de hecho una anécdota, perfectamente acotada por los avances experimentados por el autogobierno catalán desde 1976 y por la normalidad y el civilizado agnosticismo con el que la celebran la gran mayoría de los ciudadanos de Cataluña.

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